15 mar 2010

Cansado

Hay días en que uno se siente verdaderamente agotado, como si hubiese cargado el día anterior el planeta sobre el hombro derecho. Mejor, como si hubiese cargado a Atlas mientras cargaba el planeta, después de cambiar el hombro izquierdo por el derecho, y es más: después de cargar el planeta, hacer la luz y no descansar los siete días, cómo sí lo hizo Dios, ya que él sí estaba en planilla y gozaba de esos beneficios divinos.

Hoy es uno de esos días, en los que por culpa de ese cansancio piensas en que si vale la pena vivir, o desvivir, o hacer hora, o vivir para imaginar que vives, o imaginar que importas o imaginar que le importas a alguien, o imaginar que de verdad esta cosa que tenemos y que nos mueve de verdad es importante dentro del infinito que sigue su curso lento, hacia un hoyo negro.

No sé. Quizás es solo lunes, aquel día que Garfield odiaba, también aquel día que odiaba una niña estadounidense, aquella adolescente que mató a varios niños con su escopeta cual si fueren patos o venados... y solo porque era lunes y porque no le gustaban los lunes (I dont like mondays). Quizás es solo lunes y no sería poco. Quizás porque mañana es martes y eso es peor, ya que sabremos que pronto vendrá otro lunes, o peor aún, será domingo y querremos que nunca termine, sabiendo angustiosamente que terminará y será otra vez lunes, otra vez todo insignificante y otra vez buscaremos el arma para matar patos bajo el universo infinito en que vivimos, porque amanecimos cansados, odiando a todo el mundo, odiando a sí mismo, a todos, a la escritura.

Bueno, ya será martes. Quizás la esperanza que queda a veces es pensar que moriremos, quizás no. Quizás ya pasará, el amor hace olvidar, la preocupación hace olvidar, una llamada de mamá también hace olvidar, la nostalgia también hace olvidar, el deporte también, todo eso distrae... pero carajo, será lunes otra vez y otra vez el inicio de esta mierda de semana que me pudre, que me mata uña por uña, que me jala los cabellos con un viejo peine, que no me deja dormir, que me hace extrañar, que me hace desear el regreso a la niñez, cuando mi única preocupación y angustia se resumía en un sábado cualquiera, cuando me ordenaban limpiar mi dormitorio. Entonces solo por eso odiaba a mi madre, y querría el suicidio, para no darle gusto a nadie, carajo, a nadie. Ya es tarde. Quizás ya es martes. Debo ir a descansar, o a morir, bueno, digamos, un ensayo de muerte, pero un poco más cómodo y con el despertador al lado.

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