21 nov 2009

Callada (inconcluso)

Ella decía siempre lo que pensaba. No a manera de decir las cosas sinceramente, o de expresarse con total libertad sin importar lo que pensaran los demás, sino, siempre decía lo que pensaba porque había contraído aquel inexplicable mal de no poder callar nunca.

Por supuesto, prefería vivir alejada. A sus 24 años, había adquirido algunas experiencias imborrables, se había enamorado, guardaba ciertos rencores y poseía sueños que esperaba algún día realizar. Todo ello era evocado a cada momento, era una constante como en cualquier ser humano, una repetición diaria que nos hace saber quiénes somos, qué queremos y qué haremos. Pero ella no podía guardar todas aquellas evocaciones en el silencio de su mente, por decirlo de alguna manera, sino que hablaba, expresaba todo ello con una naturalidad que preocupaba a los que la rodeaban.

A sus padres y hermanos les costó mucho reconocer que Isabel no estaba jugando una mala broma. Era sencillo lo que le pasaba, teniendo en cuenta que un tío abuelo había sufrido de lo mismo. Aunque este tío, ex soldado de la guerra del 41, evocaba recuerdos crudos de las incidencias de una batalla sangrienta, por lo cual muchos pensaban que los traumas propios de la guerra lo habían enloquecido. Pero no era eso, él desde siempre fue un hombre callado, por lo que su mente siempre estuvo elaborando una compleja red de pensamientos que no necesariamente guardaban relación, como los recuerdos espontáneos, los que llegan cuando oyes, miras o tocas algo. Y hablaba, alguna parte de su cerebro se había quebrado, o duplicado, algo que le hacía hablar sin medida, sin moderación, deteniéndose solo cuando comía o mascaba algún objeto.

Lo mismo le pasaba a Isabel que hablaba sin cesar. Empezó hablando dormida. Continuó despertándose por sus propias palabras. Llegó a sufrir ininterrumpidos días sin dormir y hasta llegó a tener principios de gastritis por tanta pastilla antes de acostarse. Entonces empezó a despertar hablando, caminar hablando y hablaba en la ducha. Dejó de ir a la universidad, dejó de comer con los demás porque la última vez dijo palabras ofensivas contra su padre, por algunos recuerdos de años atrás, cuando éste golpeaba a su madre. Criticó la comida, a su hermano, además hablaba de encuentros sexuales, en contra de Cristo, en contra de la educación, siempre con palabras soeces. “No sabía que pensabas eso, ni que te expresaras con esas feas palabras”, alcanzó a decir su madre. El padre de Isabel comprendió al poco tiempo. Sin duda era el mal que había heredado la familia... (inconcluso)

17 nov 2009

Tres sueños


Primer sueño:
1569 mujeres lloran en el cielo
mientras Lima desaparece cuando
una bella mujer de grandes ojos
duerme la siesta después de darse cuenta
de que vive solo porque lo sabe.

Segundo sueño:
una fotografía vieja de una mujer con sombrero de paja
hace llorar a gritos a Neruda
mientras un obeso barbero le corta el cuello.
Desde la ventana Vallejo sonríe como nunca lo vimos
porque los fotógrafos lo agarraban a palos
y también con una soga
sobre los huesos húmeros que solía colocarse.

Tercer sueño:
En casa, Borges habla del color amarillo.
Miro entre sus manos un reloj de agua que alcanzo robarle
pero me grita que no podré huir de aquel laberinto
y que el Minotauro era y es él
pero llego a la puerta y salgo a la calle.
Pienso: Borges no puede leer el letrero de salida.

13 nov 2009

Después de la tormenta viene la calma


Después de la tormenta viene la calma. Pero todo queda mojado, el wáter atorado, los techos de calamina desclavados y el sol se cubre asustado con un par de nubes nimbas. Después de la tormenta queda Gene Kelly postrado de bruces sobre el pavimento, escupiendo agua estancada en sus pulmones. Después de la tormenta quedan los desagües atorados y el cocodrilo de las alcantarillas termina ahogado entre toda la inmundicia, queda además lavarse con agua poco clara y la señal de televisión es borrosa, inestable.

Después de la tormenta quedan las ratas escondidas bajo el refrigerador, la mesa, el sofá, las hormigas flotando, las moscas pegadas en el techo y los perros aúllan mirando la ventana. Después los aviones dejan caer aeromozas que huyeron para no limpiar tantos vómitos, y los que iban al cielo se ven rodeados de escombros porque cayeron en medio de la ciudad, que es lo mismo al infierno, pero con la diferencia de que hay que pagar para sufrir.

Después de la tormenta quedan las aves sin nido, las hojas sacudidas de rocíos y los ríos molestos. Ahí va uno, regresa a casa, se sacude el impermeable, la esposa le grita por manchar el piso, el perro deja de aullar y la televisión anuncia el inicio del viejo programa de espectáculos que agrupa a la familia para morir de muerte natural mientras comen algo que no recordarán en 5 minutos.

Después de la tormenta viene la calma, pero huye asustada.

11 nov 2009

La sirena varada


Una sirena varada en una esquina siente la mirada de náufragos
y pescadores
como arpones
y prefiere no pensar en ellos
prefiere flotar entre caracolas y cangrejos ermitaños.

A veces, la sirena
enciende un cigarrillo y a veces se come una anguila con las manos.
Hasta que ya es tarde
(piensa que siempre es tarde cuando uno quiere irse
y por la simplicidad de su pensamiento determina que tiene sueño)

Y aletea esquina a esquina mientras los pescadores y náufragos
embriagados
oyen el canto que entonan sus caderas y pezones al aire contraído
y la sirena sonriendo
como si Ulises la esperara en casa.

Al sétimo día


En el principio habitaba el verso
la cama tendida
y las ventanas abiertas.

Hasta que Dios descansó al sétimo día
y alquiló un altillo en el Rímac
para crear a la mujer
a partir de algunos recuerdos y aullidos
que debieron escuchar
los del alegre cajonear del cuarto 16.

8 nov 2009

Ulises y Penélope

Penélope despierta
se mira al espejo
se fríe unos huevos
y enciende el televisor.
Piensa en si Ulises tardará.

Ulises despierta en un hostal
se ducha, pretende robar la toalla, tal vez una sábana
abandona a Circe dormida y le deja 20 soles
en la mesa de noche y piensa en si Penélope espera.

Penélope maldice:
“Yo no sé tejer, ¡mierda!”
Coge el control remoto, mira la ventana
y cambia invierno por verano
mientras piensa en si coger el ovillo de hilo marrón
para tejerse una soga y colgarse de la higuera.

Ulises toma un bus, suben dos sirenas
éstas expelen un perfume
que le hacen pensar en huir por la estrecha ventana
pero mejor les cede el asiento, las observa desde lo alto
y concluye que Newton debió haberse equivocado en algo. No sé.

Penélope mira la hora.
Cambia al canal 52
entonces oye que Serrat le canta
y ella sonríe como a las verduleras en el mercado
recordando con sus ojos que alguna vez anduvo con su bolso de piel marrón.

Ulises recuerda que olvidó su reloj en la cama.
Baja del bus no sin antes aspirar
ese perfume responsable de la existencia de más humanidad.
Llega. Circe la lleva su isla y le invita a comer.
Ambos olvidan el reloj sobre la cama.

Penélope entonces envejece.
Ella tiene un cabello ensortijado y un perro se que muere de hambre en el patio.
Ya la higuera es endeble
es invierno y las ramas se dejan vencer por un viento frágil.

Cuando la inspiración no toque la puerta

La inspiración tocó su puerta y le dijo “tú no serás poeta”. Él, todavía con la resaca y con un taladro oxidado perforándole la sien, la confundió con el que dejaba el recibo de la luz. Le dijo que deje el sobre y que se largue.

La inspiración entonces lo empujó abriéndose paso, vio la sala desordenada, el trago derramado, las botellas vacías de cerveza, sobres de mezcalina, discos de Carmencita Lara, AC/DC, Jean Louis Aubert, Chalchaleros y Carla Bruni. Y le dijo que “un poema también puede estar en la armonía del caos, pero tú no serás poeta”. Él solo cerró la puerta, no la miró ni con desprecio siquiera y le dijo que si quiere se quedara pero que se calle.

-Tú no serás poeta si duermes
-No me jodas -le dijo, y se tiró de bruces sobre el sillón más cercano.
-Tú no serás poeta si descansas, hay que tener disciplina.
-No me jodas, dile eso a Vargas Llosa, a mí no me tiraron los cachacos.
-Tú no serás poeta, levántate.
-Si no seré poeta para qué te molestas, lárgate.
-Sírveme un trago.

Se levantó, sirvió un ron con Coca Cola y le puso dos hielos con la mano. Se echó otra vez en el sillón y le dijo que ya no jodiera.

-Al menos dime para qué me llamaste.
-Yo no te llamé, yo estaba durmiendo. Además, yo no quiero ser poeta, solo escribo y a veces para sentirme mejor.
-Aún así, escribes pensando ser poeta pero no lo eres, no eres capaz de encontrar belleza en la acritud de tus palabras.
-Yo escribo porque me da la gana y ahora por tu culpa necesito quitarme este dolor de cabeza.
-Si tomas este trago de mierda, cómo no vas a estar mal.
-Se toma lo que se puede, no jodas. Además no es el trago, sino la mezcalina, no la había probado jamás. Al principio happy, después…

Suena el teléfono. Él contesta y elevando el tono de voz a medida que tartamudea de rabia, dice que no está interesado en comprar enciclopedias por teléfono. “¡Además, en qué parte del teléfono introduciría el dinero, idiotas!”. Y cuelga con violencia.

-Bueno, tú no serás poeta, eso vine a decirte.
-Y ya me lo repetiste un culo de veces… ni siquiera sé qué haces aquí.
-Vine a decirte eso, me abriste la puerta.
-Ah, ya recuerdo, viniste a darme el recibo de la luz.
-¿Cuál recibo idiota? ¡Soy la inspiración!
-Pero no pareces mujer, más pareces travestido.
-Bueno, ya no aguanto. Antes de irme solo una pregunta: dónde están los cuadernos azules. Vine a llevármelos porque ahí no hay poesía. No quiero ser responsable por las huevadas que piensas publicar.
-Pero tú estás muy cojuda, ¿de qué cuadernos hablas?
-De las ridiculeces que sueles escribir, las escribes en cuadernos azules.
-¿Pero de qué hablas?, inspiración de niño down.
-Ya basta de juegos, yo vine por los cuadernos.
-Oe, tú te has metido más mezcalina que yo.
-Drogadicto de mierda, dame esos cuadernos que tengo que ir a visitar a Iván Thays y luego a Alonso Cueto, no me quedará mucho tiempo para los dos.
-¿Quiénes son esos? Y por qué te vistes de blanco. ¿Pureza? Tieneeeenes una cara de rucaaaaza…
-…
-Mira Madame Mariposa, por más drogadicto que esté, te aseguro que no sé de qué cuadernos hablas.
-Adán, sino me quieres apoyar, le diré a la nostalgia y la soledad, que te den una buena visitada y ya sabes lo que te pasa cuando ellas se ponen pesadas.
-Uy, jajaja jajaja.
-De qué te ríes imbécil.
-Jajaja jajaja jajaja.
-Puta mare, cómo me hacen perder el tiempo en este huevón.
-Jajaja… es que, jajaja… Adán se llama el vecino del segundo piso. Jajaja…
-Hijo de puta, ya lo decía yo, por qué tanta mierda acumulada en un solo cerebro.
-Jajaja, puta drogadicta, has bien tu trabajo, jajaja. Y esas nostalgia y soledad, ¿no son una pareja de lesbianas? Jajaja… jajajaja. Juju jujuju jajajaj que risa que me da…

Entonces la Inspiración se bebió el ron con coca cola, se pasó los dos hielos, se levantó, miró con desprecio a Felipe y éste le dijo que deje el recibo de la luz sobre la mesa.
-Ningún recibo huevón, yo no soy de Electrosur.

La Inspiración salió dando un portazo y por la mala mañana ya no visitó a Adán que andaba con la pistola en la cabeza porque tenía el papel en blanco desde hace una semana y dos horas. La Inspiración se fue a visitar a Thays que andaba con eso de publicar otra novela sobre su cabello.

Estos versos terminan con una sinfonía de Chopin, ejecutada a cuatro manos y
El eco de un balazo que brota en ondas azules de la habitación de Adán Ignacio Pérez y Garza que fue víctima del robo de una mochila que contenía 5 cuadernos Escrib azules, de 100 hojas, rayados. “¡Todos mis poemas, mierda!”

5 nov 2009

Miedo

Temía todo. Sobre todo encontrar un cadáver bajo la cama. Temía volverse loco al descubrir que alguien lo observaba mientras cerraba los ojos al bañarse. Temía caer a los buzones de desagüe, despertar muerto, electrocutarse con la terma del baño. Soñaba que flotaba en el río y que nadie lo ayudaba. Soñaba que caía de un edificio y pegaba los gritos más fuertes que nadie oía desde las habitaciones aledañas. Soñaba que lo perseguían, que mataba, que lo buscaban por esconder cadáveres en los baños de los restaurantes. Hasta que lo despertaba el hedor de su habitación, ¿sería acaso el cadáver bajo la cama? En fin, cogía el arma, lo guardaba en el bolsillo del saco y salía a encontrarse con aquel político que le tenía otro trabajito.

4 nov 2009

Asecho


Un recuerdo, mal acomodado por mi distracción
cae en media calle y juega a ser yo mismo
para buscarme mientras yo (yo)
me dirijo a que ocurra una verdad
bajo el mecanismo de doblar las rodillas
mientras avanzo. Tratando también de no perder mis extremidades.

El recuerdo cruza la esquina, me ve que
camino pensando en una canción de Zurita Tartaglia
con la sonrisa propia de un poema que huye
de los bolígrafos y de los papeles amarillos.

Nada puede no lograr el lenguaje y la escritura puede perforarnos
las sienes, con aquella palabra
que el recuerdo canta mientras
me pisa los talones preguntándose
a dónde voy y si vale la pena seguirme.

Llego a casa (que no es mi casa, sino un pedazo de cemento manchado
de algún sueño y de espuma) alquilada, ajena, lejana. En fin, saco la llave
cruzo el marco incrustado en la pared y cierro la puerta con fuerza criminal
para quebrarle el cráneo a mi recuerdo que se proponía
robarme la tranquilidad para huir. No dice, mientras muere
que le gustaría ser enterrado en el jardín.