20 dic 2009

Yo no sé llorar


Yo no lloro porque no tengo la pericia requerida.
Dice mi abuelo que se debe medir el viento
tener un informe detallado del Senhami
cargarse con todos los muertos de la conquista española sobre el hombro derecho
e imaginarse a Vallejo cambiando dólares entre dos jirones.

Yo no lloro porque ya todos los días llueve.
Mi madre sí sabía llorar en los momentos que requiere la Constitución
lo hacía cuando sus 40 hijos se casaban con mujeres que lloraban ilegalmente
y mi padre, su esposo que nunca lloró, asumía que ya era hora de vivir bajo la cama
porque Kafka le había dicho que los hombres de tanto trabajar
se convierten en seres humanos.

Yo no lloro porque no tengo talento para ello.
Hay que inclinar el cuerpo hacia un ángulo específico
hay que tener la piel bien afilada
y tiempo guardado, por si acaso, en la billetera.
Las palmas deben hacer las veces de fuerza centrífuga para contrarrestar
las inclemencias gravitacionales.

Yo no sé llorar, pero no importa.
Río primero, hago las veces de madre
imagino a Vallejo esperando una carta de su burro peruano del Perú
me dejo caer en la vereda por el peso de mis dos hombros
y tiro deshojado en las avenidas verdes la Constitución Nacional de los Sueños Quebrados.
El resto lo hacen mis propios ojos.

Al final no lloro, ¿para qué?, si ya está lloviendo.

12 dic 2009

Noelia está feliz y llora


Noelia sonríe.
Quiere saltar sobre la cama porque despertó frente al mar
puede levantarse si quiere con cualquiera de los pies
-arácnidamente desnuda-
y ser bañada con la primera manifestación de mar ondulado,
aliento que muere a la orilla de un catre firme durante todas las horas de la noche.
Noelia llora y ríe.

Aunque escucha Sex Pistols,
quien todavía duerme a su lado se queja entre sueños
de una ventana semiabierta
y vuelca la almohada sobre su cabeza. Noelia lo mira y llora, pero ríe.
Es un día martes 29 de algún mes de verano.

Noelia mira el cielo y nota un amarillo intenso que le recuerda
una tarde de algún fin del mundo que no recuerda.
Se sienta al filo de la cama, toca la arena con la punta de un pie
y se arregla el cabello mientras espera abrir los ojos completamente.
Se oye un horizonte de gaviotas meditabundas, aguas adentro el pataleo de un remo
y los cabellos de Noelia que sirven al aire como pentagrama.

El hombre Sex Pistols resuella bajo la almohada y se cubre todavía la espalda.
Susurra tener frío y Noelia sonríe. Una nube pasea cercana y se despereza amarilla sobre la mirada de Noelia, suena un violín… y la materia blanca espumosa imita una forma mientras ella reconoce un nombre.

Noelia baja de la cama, camina mar adentro, las aguas se abren, suena Karma Police,
el horizonte se torna curvilíneo y el eco de un remo enredan los sonidos que oye Noelia y se deja llamar. Los cabellos que cubren sus senos, flotan dentro de un acuario.

El que duerme retira la almohada de su cabeza.
Sin abrir los ojos pregunta qué hora es
y él mismo se responde. Noelia ríe y cae, y llora.
Él mantiene todavía en su cabeza una tonada de Sex Pistols,
baja de la cama y cierra la ventana. Mira el despertador a cuerda.
–Maldito día, lunes –se dice–, tengo que trabajar.

21 nov 2009

Callada (inconcluso)

Ella decía siempre lo que pensaba. No a manera de decir las cosas sinceramente, o de expresarse con total libertad sin importar lo que pensaran los demás, sino, siempre decía lo que pensaba porque había contraído aquel inexplicable mal de no poder callar nunca.

Por supuesto, prefería vivir alejada. A sus 24 años, había adquirido algunas experiencias imborrables, se había enamorado, guardaba ciertos rencores y poseía sueños que esperaba algún día realizar. Todo ello era evocado a cada momento, era una constante como en cualquier ser humano, una repetición diaria que nos hace saber quiénes somos, qué queremos y qué haremos. Pero ella no podía guardar todas aquellas evocaciones en el silencio de su mente, por decirlo de alguna manera, sino que hablaba, expresaba todo ello con una naturalidad que preocupaba a los que la rodeaban.

A sus padres y hermanos les costó mucho reconocer que Isabel no estaba jugando una mala broma. Era sencillo lo que le pasaba, teniendo en cuenta que un tío abuelo había sufrido de lo mismo. Aunque este tío, ex soldado de la guerra del 41, evocaba recuerdos crudos de las incidencias de una batalla sangrienta, por lo cual muchos pensaban que los traumas propios de la guerra lo habían enloquecido. Pero no era eso, él desde siempre fue un hombre callado, por lo que su mente siempre estuvo elaborando una compleja red de pensamientos que no necesariamente guardaban relación, como los recuerdos espontáneos, los que llegan cuando oyes, miras o tocas algo. Y hablaba, alguna parte de su cerebro se había quebrado, o duplicado, algo que le hacía hablar sin medida, sin moderación, deteniéndose solo cuando comía o mascaba algún objeto.

Lo mismo le pasaba a Isabel que hablaba sin cesar. Empezó hablando dormida. Continuó despertándose por sus propias palabras. Llegó a sufrir ininterrumpidos días sin dormir y hasta llegó a tener principios de gastritis por tanta pastilla antes de acostarse. Entonces empezó a despertar hablando, caminar hablando y hablaba en la ducha. Dejó de ir a la universidad, dejó de comer con los demás porque la última vez dijo palabras ofensivas contra su padre, por algunos recuerdos de años atrás, cuando éste golpeaba a su madre. Criticó la comida, a su hermano, además hablaba de encuentros sexuales, en contra de Cristo, en contra de la educación, siempre con palabras soeces. “No sabía que pensabas eso, ni que te expresaras con esas feas palabras”, alcanzó a decir su madre. El padre de Isabel comprendió al poco tiempo. Sin duda era el mal que había heredado la familia... (inconcluso)

17 nov 2009

Tres sueños


Primer sueño:
1569 mujeres lloran en el cielo
mientras Lima desaparece cuando
una bella mujer de grandes ojos
duerme la siesta después de darse cuenta
de que vive solo porque lo sabe.

Segundo sueño:
una fotografía vieja de una mujer con sombrero de paja
hace llorar a gritos a Neruda
mientras un obeso barbero le corta el cuello.
Desde la ventana Vallejo sonríe como nunca lo vimos
porque los fotógrafos lo agarraban a palos
y también con una soga
sobre los huesos húmeros que solía colocarse.

Tercer sueño:
En casa, Borges habla del color amarillo.
Miro entre sus manos un reloj de agua que alcanzo robarle
pero me grita que no podré huir de aquel laberinto
y que el Minotauro era y es él
pero llego a la puerta y salgo a la calle.
Pienso: Borges no puede leer el letrero de salida.

13 nov 2009

Después de la tormenta viene la calma


Después de la tormenta viene la calma. Pero todo queda mojado, el wáter atorado, los techos de calamina desclavados y el sol se cubre asustado con un par de nubes nimbas. Después de la tormenta queda Gene Kelly postrado de bruces sobre el pavimento, escupiendo agua estancada en sus pulmones. Después de la tormenta quedan los desagües atorados y el cocodrilo de las alcantarillas termina ahogado entre toda la inmundicia, queda además lavarse con agua poco clara y la señal de televisión es borrosa, inestable.

Después de la tormenta quedan las ratas escondidas bajo el refrigerador, la mesa, el sofá, las hormigas flotando, las moscas pegadas en el techo y los perros aúllan mirando la ventana. Después los aviones dejan caer aeromozas que huyeron para no limpiar tantos vómitos, y los que iban al cielo se ven rodeados de escombros porque cayeron en medio de la ciudad, que es lo mismo al infierno, pero con la diferencia de que hay que pagar para sufrir.

Después de la tormenta quedan las aves sin nido, las hojas sacudidas de rocíos y los ríos molestos. Ahí va uno, regresa a casa, se sacude el impermeable, la esposa le grita por manchar el piso, el perro deja de aullar y la televisión anuncia el inicio del viejo programa de espectáculos que agrupa a la familia para morir de muerte natural mientras comen algo que no recordarán en 5 minutos.

Después de la tormenta viene la calma, pero huye asustada.

11 nov 2009

La sirena varada


Una sirena varada en una esquina siente la mirada de náufragos
y pescadores
como arpones
y prefiere no pensar en ellos
prefiere flotar entre caracolas y cangrejos ermitaños.

A veces, la sirena
enciende un cigarrillo y a veces se come una anguila con las manos.
Hasta que ya es tarde
(piensa que siempre es tarde cuando uno quiere irse
y por la simplicidad de su pensamiento determina que tiene sueño)

Y aletea esquina a esquina mientras los pescadores y náufragos
embriagados
oyen el canto que entonan sus caderas y pezones al aire contraído
y la sirena sonriendo
como si Ulises la esperara en casa.

Al sétimo día


En el principio habitaba el verso
la cama tendida
y las ventanas abiertas.

Hasta que Dios descansó al sétimo día
y alquiló un altillo en el Rímac
para crear a la mujer
a partir de algunos recuerdos y aullidos
que debieron escuchar
los del alegre cajonear del cuarto 16.

8 nov 2009

Ulises y Penélope

Penélope despierta
se mira al espejo
se fríe unos huevos
y enciende el televisor.
Piensa en si Ulises tardará.

Ulises despierta en un hostal
se ducha, pretende robar la toalla, tal vez una sábana
abandona a Circe dormida y le deja 20 soles
en la mesa de noche y piensa en si Penélope espera.

Penélope maldice:
“Yo no sé tejer, ¡mierda!”
Coge el control remoto, mira la ventana
y cambia invierno por verano
mientras piensa en si coger el ovillo de hilo marrón
para tejerse una soga y colgarse de la higuera.

Ulises toma un bus, suben dos sirenas
éstas expelen un perfume
que le hacen pensar en huir por la estrecha ventana
pero mejor les cede el asiento, las observa desde lo alto
y concluye que Newton debió haberse equivocado en algo. No sé.

Penélope mira la hora.
Cambia al canal 52
entonces oye que Serrat le canta
y ella sonríe como a las verduleras en el mercado
recordando con sus ojos que alguna vez anduvo con su bolso de piel marrón.

Ulises recuerda que olvidó su reloj en la cama.
Baja del bus no sin antes aspirar
ese perfume responsable de la existencia de más humanidad.
Llega. Circe la lleva su isla y le invita a comer.
Ambos olvidan el reloj sobre la cama.

Penélope entonces envejece.
Ella tiene un cabello ensortijado y un perro se que muere de hambre en el patio.
Ya la higuera es endeble
es invierno y las ramas se dejan vencer por un viento frágil.

Cuando la inspiración no toque la puerta

La inspiración tocó su puerta y le dijo “tú no serás poeta”. Él, todavía con la resaca y con un taladro oxidado perforándole la sien, la confundió con el que dejaba el recibo de la luz. Le dijo que deje el sobre y que se largue.

La inspiración entonces lo empujó abriéndose paso, vio la sala desordenada, el trago derramado, las botellas vacías de cerveza, sobres de mezcalina, discos de Carmencita Lara, AC/DC, Jean Louis Aubert, Chalchaleros y Carla Bruni. Y le dijo que “un poema también puede estar en la armonía del caos, pero tú no serás poeta”. Él solo cerró la puerta, no la miró ni con desprecio siquiera y le dijo que si quiere se quedara pero que se calle.

-Tú no serás poeta si duermes
-No me jodas -le dijo, y se tiró de bruces sobre el sillón más cercano.
-Tú no serás poeta si descansas, hay que tener disciplina.
-No me jodas, dile eso a Vargas Llosa, a mí no me tiraron los cachacos.
-Tú no serás poeta, levántate.
-Si no seré poeta para qué te molestas, lárgate.
-Sírveme un trago.

Se levantó, sirvió un ron con Coca Cola y le puso dos hielos con la mano. Se echó otra vez en el sillón y le dijo que ya no jodiera.

-Al menos dime para qué me llamaste.
-Yo no te llamé, yo estaba durmiendo. Además, yo no quiero ser poeta, solo escribo y a veces para sentirme mejor.
-Aún así, escribes pensando ser poeta pero no lo eres, no eres capaz de encontrar belleza en la acritud de tus palabras.
-Yo escribo porque me da la gana y ahora por tu culpa necesito quitarme este dolor de cabeza.
-Si tomas este trago de mierda, cómo no vas a estar mal.
-Se toma lo que se puede, no jodas. Además no es el trago, sino la mezcalina, no la había probado jamás. Al principio happy, después…

Suena el teléfono. Él contesta y elevando el tono de voz a medida que tartamudea de rabia, dice que no está interesado en comprar enciclopedias por teléfono. “¡Además, en qué parte del teléfono introduciría el dinero, idiotas!”. Y cuelga con violencia.

-Bueno, tú no serás poeta, eso vine a decirte.
-Y ya me lo repetiste un culo de veces… ni siquiera sé qué haces aquí.
-Vine a decirte eso, me abriste la puerta.
-Ah, ya recuerdo, viniste a darme el recibo de la luz.
-¿Cuál recibo idiota? ¡Soy la inspiración!
-Pero no pareces mujer, más pareces travestido.
-Bueno, ya no aguanto. Antes de irme solo una pregunta: dónde están los cuadernos azules. Vine a llevármelos porque ahí no hay poesía. No quiero ser responsable por las huevadas que piensas publicar.
-Pero tú estás muy cojuda, ¿de qué cuadernos hablas?
-De las ridiculeces que sueles escribir, las escribes en cuadernos azules.
-¿Pero de qué hablas?, inspiración de niño down.
-Ya basta de juegos, yo vine por los cuadernos.
-Oe, tú te has metido más mezcalina que yo.
-Drogadicto de mierda, dame esos cuadernos que tengo que ir a visitar a Iván Thays y luego a Alonso Cueto, no me quedará mucho tiempo para los dos.
-¿Quiénes son esos? Y por qué te vistes de blanco. ¿Pureza? Tieneeeenes una cara de rucaaaaza…
-…
-Mira Madame Mariposa, por más drogadicto que esté, te aseguro que no sé de qué cuadernos hablas.
-Adán, sino me quieres apoyar, le diré a la nostalgia y la soledad, que te den una buena visitada y ya sabes lo que te pasa cuando ellas se ponen pesadas.
-Uy, jajaja jajaja.
-De qué te ríes imbécil.
-Jajaja jajaja jajaja.
-Puta mare, cómo me hacen perder el tiempo en este huevón.
-Jajaja… es que, jajaja… Adán se llama el vecino del segundo piso. Jajaja…
-Hijo de puta, ya lo decía yo, por qué tanta mierda acumulada en un solo cerebro.
-Jajaja, puta drogadicta, has bien tu trabajo, jajaja. Y esas nostalgia y soledad, ¿no son una pareja de lesbianas? Jajaja… jajajaja. Juju jujuju jajajaj que risa que me da…

Entonces la Inspiración se bebió el ron con coca cola, se pasó los dos hielos, se levantó, miró con desprecio a Felipe y éste le dijo que deje el recibo de la luz sobre la mesa.
-Ningún recibo huevón, yo no soy de Electrosur.

La Inspiración salió dando un portazo y por la mala mañana ya no visitó a Adán que andaba con la pistola en la cabeza porque tenía el papel en blanco desde hace una semana y dos horas. La Inspiración se fue a visitar a Thays que andaba con eso de publicar otra novela sobre su cabello.

Estos versos terminan con una sinfonía de Chopin, ejecutada a cuatro manos y
El eco de un balazo que brota en ondas azules de la habitación de Adán Ignacio Pérez y Garza que fue víctima del robo de una mochila que contenía 5 cuadernos Escrib azules, de 100 hojas, rayados. “¡Todos mis poemas, mierda!”

5 nov 2009

Miedo

Temía todo. Sobre todo encontrar un cadáver bajo la cama. Temía volverse loco al descubrir que alguien lo observaba mientras cerraba los ojos al bañarse. Temía caer a los buzones de desagüe, despertar muerto, electrocutarse con la terma del baño. Soñaba que flotaba en el río y que nadie lo ayudaba. Soñaba que caía de un edificio y pegaba los gritos más fuertes que nadie oía desde las habitaciones aledañas. Soñaba que lo perseguían, que mataba, que lo buscaban por esconder cadáveres en los baños de los restaurantes. Hasta que lo despertaba el hedor de su habitación, ¿sería acaso el cadáver bajo la cama? En fin, cogía el arma, lo guardaba en el bolsillo del saco y salía a encontrarse con aquel político que le tenía otro trabajito.

4 nov 2009

Asecho


Un recuerdo, mal acomodado por mi distracción
cae en media calle y juega a ser yo mismo
para buscarme mientras yo (yo)
me dirijo a que ocurra una verdad
bajo el mecanismo de doblar las rodillas
mientras avanzo. Tratando también de no perder mis extremidades.

El recuerdo cruza la esquina, me ve que
camino pensando en una canción de Zurita Tartaglia
con la sonrisa propia de un poema que huye
de los bolígrafos y de los papeles amarillos.

Nada puede no lograr el lenguaje y la escritura puede perforarnos
las sienes, con aquella palabra
que el recuerdo canta mientras
me pisa los talones preguntándose
a dónde voy y si vale la pena seguirme.

Llego a casa (que no es mi casa, sino un pedazo de cemento manchado
de algún sueño y de espuma) alquilada, ajena, lejana. En fin, saco la llave
cruzo el marco incrustado en la pared y cierro la puerta con fuerza criminal
para quebrarle el cráneo a mi recuerdo que se proponía
robarme la tranquilidad para huir. No dice, mientras muere
que le gustaría ser enterrado en el jardín.

31 oct 2009

Lima - Martes 3:30 pm.

3:30 pm, salgo de casa sin rumbo fijo. Subo a un taxi. "A dónde va". No sé, a donde sea. "¿Al centro puede ser?". Tal vez. "Vamos al centro entonces".

-Señor, ¿alguna vez se ha sentido vacío?

-¿A qué se refiere?

-Vacío, sin ganas, sin... rumbo. No se ha levantado alguna vez de la cama y se ha preguntado ¿qué hace en este mundo y si vale la pena todo lo que hace?

-Bueno, sí. A veces me he sentido así.

-Así me siento ahora.

-Bueno, mientras me pague el pasaje, vamos a cualquier rumbo infijo entonces.

Los edificios del centro se acercan a medida que avanzamos. El cambio del paisaje se nota. Las casas son más viejas, el olor es otro y el tráfico nos hace avanzar de a pocos.

-Yo también quería preguntarle algo.

-Dígame.

-¿Cómo hace uno para librarse de un cadáver en la maletera?

-...

-De un muerto. Bueno, verá, tengo un cadáver desde anoche en mi maletera y no sé cómo deshacerme de él.

-Mmmmm

-Espero no haberlo desconcertado.

-No, solo estoy pensando.

-Ya he intenté arrojarlo al río, pero el acceso a la orilla está cerrado, lo que me obligaría a cargarlo por más de 50 metros, lo que no sería bueno para mi columna, es que por estar sentado he adquirido diversos dolores.

-Sé cómo es eso. Yo trabajo en una oficina, 8 horas sentado.

El semáforo cambia a verde. El auto blanco sigue, el taxista insiste:

-Bueno, es que no quiero llegar a casa con un cadáver, y si lo tengo por unas horas más se notará el olor.

-¿Y si lo deja en la carreta? En la Panamericana Norte hay sitios desolados.

-Puede ser… pero siempre pasa un carro y de repente se convierte en testigo clave y esas cosas. Ya sabe usted cómo es la prensa.

-Tiene razón.

-Pero… aunque, por ahí conozco un descampado. Una vez llevé a un cliente por ahí. Espero que no hayan invadido los terrenos.

-Qué bueno, me alegro por usted.

-Sí pues, gracias. Es que con todo esto de la proliferación, la centralización de Lima y el auge de las construcciones, ya uno no puede estar solo para deshacerse de su cadáver.

5:30 pm., las luces de los postes empiezan a encenderse por el nublado cielo limeño. Diríamos que hay mal tiempo y que hasta se avecina una garúa. El chofer es corpulento, de tex blanca y un cabello que de seguro no se corta hace un mes. Tiene un anillo dorado. Se da cuenta de que mis ojos apuntan hacia aquel adorno en sus dedos.

-Este anillo es del finado.

-Y por qué lo mató, si es que no es mucha indiscreción.

-Ah, no. Cómo se le ocurre. Bueno, era un cliente borracho que se quedó dormido y cuando me di cuenta estaba muerto.

-¿Y por qué lleva restos de sangre en el asiento?

-Bueno señor, debe ser de otro cliente, porque que yo sepa, este está limpio.

-…

-Bueno, usted dirá… estamos en el centro.

Cruce de Colmena con Tacna, hay movimiento normal. Saco un billete del bolsillo.

-¿Entonces hasta aquí no más?

-Sí, que le vaya bien con su muertito.

-Ok, me salvó de una. De aquí hasta el descampado son 40 minutos. Para entonces ya estará oscuro.

-Qué bueno, buen viaje.

-Gracias.

-Gracias también.

La ciudad de Lima fue fundada por Francisco Pizarro. Su cercanía al puerto, la superficie plana y la buena tierra para el cultivo fueron indicios que hicieron detener la marcha española al momento de fundar una capital de la conquista. Llego a la Plaza San Martín, ahí sigue él con su caballo, ahí todos los transeúntes de mirada perdida. ¡Cuántos cadáveres para echar por la carretera!

30 oct 2009

Para saber que existo

Para saber que existo, llego tarde a mi casa para que haya pocas probabilidades de que nadie me vea o me diga que no vivo allí y que por favor me ponga ropa que los niños están asustados y que llamarán a la policía.

Para saber que existo me dejo entregar cosas prestadas, premios que no merezco y pronuncio huelgas de hambre en los mercados mayoristas. Me pongo zapatos largos que me harán tropezar y cargo las calles que caminaré mañana.

Me miro al espejo de reojo y: ¡te atrapé!

Para saber que existo me dejo doler la espalda, cansar el lapicero, rasgarme como las mesas escolares de una biblioteca, pintarme como pared de baño público, dejarme dormir por los enemigos y me dejo saber que es martes, que tengo sueño, que mis espasmos me desean un trago o las ganas de no tener que estar probándome cosas que no tengo por qué saber, pues no me quedarán. Por Dios, ya es invierno…

29 oct 2009

Y dios creó al mundo


Dios creó al mundo en un ensayo de química de curso vacacional.
Creó al hombre, lo llamó Adán y nadie pudo comprobarlo en los registros municipales.
Creó el pensamiento y se le volvió manzana.
Creó la maldad y ésta nació deforme, con patas mullidas
y se arrastró para ser serpiente.

Y creó a la mujer y ésta le rompió una costilla al macho alfa
Le robó la billetera Dolce&Gabbana
Y se fue corriendo a Saga Falabella.

Creó también otra mujer para tener hijos
Y como la mezcla genética fue entre parientes
de primer grado de consaguinidad
-según un pergamino rescatado
de los anaqueles de la biblioteca babilónica
y que más tarde confirmó Sciencie en su especial
sobre la endogamia, de versión papel electrónico-,
los hijos le salieron con alas.
Les decían mutantes en el colegio y estos
volaban para cagarlos desde las alturas
hasta que en casa no hubo dinero por culpa del aprismo

y tuvieron que volar cogiendo carteles de Coca Cola para ganarse la vida.
Pero no tardaron en avergonzarse de tal condición
y uno de ellos no quiso vivir a las sombras de su Padre
y se fue a vivir en el sótano aunque sin aire acondicionado.

Otro de ellos, quizás el más liberal, rebelde y neo hippie,
se dejó llevar por Kurt Cobain y creó las circunstancias oportunas para ser crucificado.
Entonces el verbo se hizo carne y Marco Aurelio Denegri ya no pudo conjugarlo.
Y desde entonces los romanos aventaban leones a los cristianos
porque la tauromaquia todavía no era tan popular.
Y llegó San Agustín para vender el copyright de su nombre
a un colegio de clérigos hacendados.

Llegó también el sentimiento de culpa para contradecir al sadomasoquismo.
Llegó luego la decencia que trajo un garrote en la cajuela del coche
para vendérsela a la Santísima Inquisición.
Y los del periódico Trome arrodillánrose de plenitud.

Los devotos, a posteriori, olvidaron a los Borgia y también a Lord Vader
Y se resignaron con Juan Pablo II y Dios le dio sabiduría, amor de los hombres
y un auto con chasis de titanio antitanque.

Y así, Dios creó al mundo para ensayar y le salieron unos más bonitos y obedientes
En la galaxia Andrómeda.
Mientras, los curas hacían el amor en las películas de Almodóvar
En las playas de Miami y en los conventos de clausura
Bombeando sangre a la punta del glande desde un corazón melindroso
Con sentimiento de culpa.

Quererte significa


Quererte significa verte y temer al infinito.
Quererte es someterse a los pájaros
Dejarse matar por el enemigo
Matarse uno mismo por la espalda
Y pertenecer a este mundo que no sabemos si en verdad gira
O cae.

Quererte.
Una mano que me lleva al ahogo
Unos cabellos que respiro hasta sangrar
Una nuca con vida propia.
Y quererte además de todo que si no fuera poco
Sería porque caigo junto con el mundo.

28 oct 2009

Pequeñas siamesas


Estaban a punto de separarlas. Ya no tenía caso pensar en que estaban traicionando la memoria de su padre que siempre se opuso a esa operación, debido a la religión que profesaba. Tal vez algunos familiares las mirarían luego con indiferencia, condenándolas por tal decisión post mortem, pero ya eran mayores, estaban apunto de terminar la universidad y además cada una tenía sueños distintos.

Para los médicos sería una sencilla operación, siempre y cuando Noemí no reaccione mal a la anestesia. Por Ruth no habría problemas, siempre fue la más fuerte y nunca tuvo alergia conocida. Para la madre, una mujer mayor de 60 años, una persona que nunca supo decidir, fue motivo para que huyera a la capilla más cercana y rezarle a cualquier santo para que a sus hijas no les pase nada malo. Hasta que llegó la hora.

Cuando les aplicaron la anestesia, ambas entraron a un estado de embriaguez tal que empezaron a rememorar incidencias respecto a tal unión que fue famosa en todo el país, sobre todo en la universidad en la que estudiaron. Recordaron su infancia, las chompas que les tejía su madre (en realidad se trataba de una sola chompa), recordaron además a sus primeros novios, a los platos que servía mamá, las camas unidas, los primeros viajes en los buses, en los aviones, a los sets de televisión, a los municipios, a las diversas clínicas que les ofrecían una separación inmediata, a los religiosos de traje raro que visitaban junto a su padre, todo ello se mezclaba en el momento que entraban al sueño involuntario para evitar el dolor.

Cuando despertaron ya no había nadie al costado de nadie. Es decir, cada una ya no tenía a la hermana al costado. Las camas estaban separadas. Ruth pudo ver a Noemí que todavía no despertaba. Se le acercó en médico, le dijo que la operación había sido todo un éxito, que no se preocupara por su hermana. La madre ingresó con una leve sonrisa, ahora tendría dos hijas de verdad. Ella llevaba un bolso con ropa nueva, quedarían atrás las prendas holgadas y tristes que lavaba. Ya no más.

Alguien había avisado a la prensa. Noemí despertó. Estaba un poco aturdida, pero cuando vio a Ruth tan lejana se echó a llorar. Ruth intentó acercarse, pero tenía incrustado sobre su brazo izquierdo el suero para reponerla de la sangre que ambas habían perdido. Entonces solo la calmó con palabras.

Llegaron otros doctores. Uno de ellos les habló sobre los cuidados que debían tener durante unos 6 meses. La terapia sería sencilla y, como ambas ya tenían 26 años, sabrían hacerlo todo con la responsabilidad adecuada. Sin embargo, quedaba otro problema, la prensa. Entre los médicos estaba también un sicólogo, un especialista cuya primera función era prepararlas para las preguntas de la prensa porque se trataba de unas siamesas que fueron en contra de la religión más ortodoxa del mundo y ahora estaban separadas, oponiéndose a miles de seguidores de ese profeta conocido, pese a las amenazas de muerte.

Después de dos días saldrían del hospital, no sin antes participar en esa esperada conferencia de prensa, donde estaría presente el director del hospital, el ministro de salud y un especialista en los derechos humanos. Cuando entraron las hermanas separadas, las cámaras les empañaban los ojos y la bulla se hizo insoportable. Entonces llegó el momento de hablar. Ruth cogió el micrófono y con su mano derecha levantó la mano izquierda de Noemí. Todo el mundo entonces pudo ver la foto de las hermanas sin un dedo meñique.

Cómo preparar una cena para dos


Ingredientes:
1. Una vida mediocre
2. Una ventana vieja
3. Una mujer inalcanzable
4. Dos kilos de amor
5. Dos rosas recién cortadas
6. Una canción de Carmencita Lara
7. Veneno
8. Un kilo de hígado
9. Dos rollos de papel higiénico
10. Un par de números telefónicos.

Preparación:
Dejar la vida mediocre mirando por 27 años sobre el alféizar de la ventana. Luego dejar pasar a la mujer inalcanzable y dejar que la vida mediocre la mire por cinco cuadras hasta perder de vista los dos talones. Esta mujer deberá estar vestida con una blusa roja, digamos, y con un cabello más bien negro que vaya rebotando con cada paso. Luego, rebanar en varias rodajas los dos kilos de amor, sin necesidad de lavarlos, luego tirarlos por las hendiduras del lavadero. A medida que el amor pasa por el tubo del lavadero, acompañar el sonido del agua que corre con la canción de Carmencita Lara.

Una vez desaparecido todo el amor por el desague, sacar el hígado y echarlo a la primera pareja que pase por la ventana vieja; de preferencia a una pareja feliz. El veneno es una opción a la clásica pimienta y comino, de modo que puede o no utilizarlo para el aderezo. Los rollos de papel higiénico son para el baño, como debe ser. Ah. Las rosas recién cortadas son para dejarlas caer desde la ventana, una vez tirados el amor por el desage y el hígado por la ventana. Para servir, adornar si desea con los números telefónicos; estos deben tener nombre de mujer alcanzable.

22 oct 2009

El trabajo más triste del mundo

¿Cuál es el trabajo más triste del mundo? Esta pregunta me la hice mientras pasaba por un buzón de desgue atorado. Apestaba a los mil demonios cagando, era una fiesta fecal en medio de la pista. Pensaba entonces en los encargados del servicio público de limpieza y en la labor que les tocaría dentro de poco. Pero no creo que sea triste ese trabajo.

Un trabajo triste. No un trabajo horrible, asqueroso, aburrido, cansado. Un trabajo de verdad triste. No porque nos haga sentir tristeza, porque nos dan pena los empleados, ni porque el empleo es de alto riesgo. Un trabajo triste. No lo hallo. No creo que sea el de maquillador de muertos, necesita concentración y además para maquillar a un muerto hay que tener valor como para ofrecerse de hombre bomba en un mitin aprista. Pero no, un trabajo triste.

Si recurría a una cura, seguro me decía que ningún trabajo es triste, que el trabajo dignifica y toda esa basura. Pero no, un trabajo triste, ¿existe? El de pelador de cebollas hace llorar, pero existen métodos para evadir esa sustancia de nuestros ojos. ¿Una plañidera, que llora y llora en cualquier velorio y por lo que sea mientras se pague al contado? No, eso no es triste.

Un trabajo monótono, como el encargado de la supervisión de calidad de algún enlatado. No, es mecánico, también necesita concentración y no es triste. El de prostituta. Hay ninfómanas y otras gozan del dinero fácil. Nada. El de caficho, menos. El de político no es triste, es truculento. El de músico es de todo, menos triste. El de payaso es muy serio, no triste. El de profesor en el Perú quizás es el que más se aproxima, pero tampoco lo es.

El trabajo de burócrata es asqueroso. El de simple oficinista es patético, el de asistente de cualquier cosa es desagradable, el de mesero es humillante, el de lustrabotas es peligroso, el de peluquero es indescifrable, el de fisicoculturista es asesinable. El de asesino es interesante, pero no triste. El de enterrador es grosero, el de vendedor de seguros es oprobioso. El de narcotraficante es muy caluroso, además no me gusta el calor de la selva, menos los mosquitos.

Un trabajo triste. Tal vez los adjetivos se hicieron justamente para no abusar de ellos y cada palabra tiene un número limitado de adjetivos posibles. Un trabajo triste, no patético, sino triste. ¿El de mendigo? No, no es triste. Quizás un filósofo me diga que un trabajo es triste cuando el ser en cuestión no halla la justificación necesaria para realizar un mínimo acto. Desde despertar, hasta mover un dedo meñique. Pero bueno, no pregunto cuándo un trabajo es triste, sino un trabajo triste.

No hay, creo y es bien triste ponerse a pensar en estas cosas cuando hueles a excremento derramado sobre la pista. Quizás es una alteración hormonal producida por las bacterias del mal olor de los restos que produce el hombre y los esconde bajo tierra.

Estaba yendo a almorzar y al final crucé la calle hacia ninguna parte. Miré un puesto de periódicos, apestaba igual. Regresé a casa.





Un poema diario


Un poema diario o un poema al día.
O un problema al diario
y un poema en el diario, del quisco:
"HOMBRE MUERE POR ESCRIBIR TODA LA NOCHE". Pág. 13-18. Policiales.
"DIOS LANZA SU CANDIDATURA PRESIDENCIAL". Pág. 4-5. Política.
"RECLAME HOY UNA NUEVA VIDA". S/.0.50 diario solo. S/.0.70 con nueva vida.

Un poema, una nueva vida.
Una vida a diario
un diario problema de vida.
"MUJER ACUCHILLA POR LA ESPALDA AL AMOR.
Policía halló rastros de sangre por todo el edificio.
Mujer confiesa que fue por venganza". Pág. 14. Deportes.

Una vida, un poema.
Una vida, un problema.
Un diario en el quiosco, todos los días:
"INVENTAN APARATO PARA VER EL ALMA.
Científico afirma que se trata de una experiencia desagradable.
Apple ya tiene más de dos millones de pedidos del Almus 2.0
Pese a que inventor afirma que el alma puede contestar toda pregunta". Pág. 25. Familia y Sociedad.

Un poema. Una vida.

21 oct 2009

Maldita rana


Nunca supe dibujar. En las tareas escolares sólo calcaba los dibujos con papel carbón (creo que se llamaba así). Si no tenía esa hoja de carbón azul, lo hacía con un papel delgado al cual le echaba un poco de kerosene para su mayor transparencia. Los dibujos salían bien, aunque luego mi cuaderno se quedaba con todo ese olor a cocina de los 80'.

Salvo la buena muñeca para los dibujos cuasieróticos, o mejor dicho grotescos (los clásicos penes, los traseros que se iniciaban con dos paréntesis, o las tetas que podían dibujarse con una W o con dos "U"), nunca destaqué en esta materia donde, según un profesor, todos tenemos algún talento escondido.

Bueno, yo no tuve un talento escondido (Fácil que estaba encarcelado y huyó limando los barrotes, o salió despavorido acuchillándome por dentro mientras dormía). Pero sí lo tuvo mi amigo Pashu. No sé por qué le decían así. En su partida de nacimiento decía Beto, pero la profesora insistía en llamarlo Alberto, pero para nosotros era Pashu, o el "pirata" para los enemigos, los que se burlaban de su pupila izquierda, la tenía blanca, y parecía crecer con el paso de los años.

Recuerdo que en segundo de primaria, estábamos con eso de "Cucú cucú, cantaba la rana... cucú cucú debajo del agua". Toda la santa mañana. Hasta que la profesora, para irse a comer al cafetín, nos dejó de tarea dibujar a esa maldita rana que no sé por qué diablos cataba "Cucú", si ellas croaban.

La rana que intenté dibujar, por supuesto, era más parecido a una caricatura de caricatura de un muñeco de peluche de rana mal cocido por un ciego zurdo. Pero el de Pashu no. Su rana era igualita al del libro y hasta la estaba coloreando. Yo le presté mis colores, no sé cómo hacía para combinar y crear diversos matices a esa edad. Poco a poco lo rodeamos y las chibolas que en el futuro iban a ser las futuras jugadoras del partido de la vida, o en todo caso, las manipuladoras que gobernarían el mundo, ya le habían dicho que les dibuje una "ranita" en sus cuadernos. Pashu aceptó.

Los chibolos que no nos atrevimos a pedirle el mismo favor, pudimos ver cómo, en menos de un minuto, Pashu dibujaba esa maldita rana con sombrero, con su sonrisa cachacienta y encima de una hoja. Las niñas futuras dominantes del mundo, futuras rompecorazones, motivos de varios suicidios colectivos, de alteraciones mentales y de largas noches de insomnio frente a un puto computador, se iban de una en una con sus dibujos en sus cuadernos que si no olían a uva, olían a fresa. Las menos agraciadas, las más inteligentes, las que finalmente harán en el futuro el trabajo duro y pesado, y se congregarán para las manifestaciones feministas, también cayeron rendidas al talento de Pashu y pidieron el mismo favor. Por supuesto, Pashu aceptó con la única condición de recibir esos chicles Bomba que tenían como figura a un elefante haciendo un globo con la goma.

Finalmente, Pashu fue la vedette. Tenía en su haber más de 20 ranas en media hora y los que asomábamos por la ventana, esperando a que regresara la profesora para calmar esta humillación, nos acercamos para ver cómo el dibujante terminaba de pintar su dibujo. Hasta que ocurrió. Uno de los chibolos futuros oficinistas y lameculos de cualquier jefe que se cruce en su camino, le pidió a Pashu un dibujo, y, claro, éste aceptó a cambio de 20 céntimos. Entonces se apuntaron otros, y otros más. No se trataba de favor, se trataba de negocios, así que no había tanta humillación.

Faltaban unos 5 dibujos pagados por adelantado, cuando de repente entró la profesora. Esa que pateaba a mis compañeros, la que se prestaba una correa para castigarnos y que tenía un clavo en la pared para colgar un trozo de manguera que nos turnábamos para llevarla a casa. Esta bruja moderna, hizo sentar a todos y, sin perder el tiempo, se dispuso a digerir su comida de serpiente mientras revisaba los dibujos que había dejado como tarea preventiva.

Empezó por Aymé, la chica que olía a magnolias aún cuando no sabíamos qué eran las magnolias. Esta pequeña muestra de los semidioses, demasiado limpia y demasiado perfecta para ser humana, había concitado diversas guerras internas en el bosque que quedaba por el río (el salón se dividía en dos bandos por ella y rescatarla del malvado director era la misión principal). La profesora vio su dibujo y la felicitó, claro que ella fue la única que no pidió el favor a Pashu. Luego siguió con José Luis, a quien felicitó de manera efusiva, mostrando el dibujo que "había hecho", aunque sin pintar todavía. La cara de la bruja cambió, solo le faltaba ofrecernos una manzana. Pero el momento kodak fue interrumpido por Héctor, que escondía litros de envidia a tan corta edad bajo esa cara de inocente y ese peinado lengua de vaca babosa: "Se lo dibujó Pashu".

Héctor era uno de los que no logró conseguir el dibujo por 20 céntimos. La profesora corroboró de inmediato. Pashu tenía un bonito dibujo, ya pintado y con los arreglos respectivos.
La profesora no sabía si castigar o pegarse un tiro. Así que salió del trance cuando con valor cívico le dijimos que Pashu había dibujado casi todas las malditas ranas. Entonces la profesora decidió salomónicamente: "Pashu tienes 20", ustedes romperán sus hojas en dos y aprenderán a dibujar.

Debo confesar que yo no rompí mi hoja porque mi maldita rana era feíta, pero era mi rana. Me puso un digno 12. Yo hubiera avisado a la profesora que Pashu andaba cobrando por cada dibujo, y así conseguir el segundo puesto después de Aymé, pero no lo hice porque después de que le presté mis colores a Pashu, se sentó a mi lado y fuimos amigos desde entonces.

Hace un año lo vi. Estaba en una esquina, ebrio, con su pupila blanca. Me ofrecía una botella con algún trago barato. Salud, me dijo. Yo no lo rechacé, me tomé ese trago desconocido, tapado con una bolsa negra. Salud, le dije. Entonces hablamos cosas banales, le invité a que dibuje en una revista que hacía con unos amigos, me dijo que sí. Pero luego desapareció otra vez. Me contaron que su madre había fallecido, que no tenía dinero, que no terminó el colegio, que ahora trabajaba en una mina de carbón. Bueno, dije. Me quedé sin palabras como hasta ahora.

Mi perro me escribió una carta


Mi perro escribe una carta, dice: "Lima 21 de octubre. No vuelvas a casa".

Compruebo que se trataba de mi perro, porque observo que la carta está escrita en un retazo de cartón de su caja de galletas favoritas Dog Mistic. Además el cartón huele a mi perro y al aspirar siento uno de sus pelos en mis fosas nasales y estornudo. Pero, ¿por qué no querría que vuelva a casa?

Pienso entonces que mi madre se dio cuenta de que simulé dormir y escapé de casa con mis amigos del barrio, y que ahora me espera las 24 horas del día tras la puerta de mi habitación con un bate de béisbol. O que se enteró de que en la primaria repetí quinto grado, pero nunca lo supo, aunque sospechó siempre de mi uniforme y de mi disfraz de hormiga, el que usé por dos años seguidos en las actuaciones por el día del Principio Aristotélico. En fin.

Mi perro anduvo raro esta semana. Primero se anduvo con eso de que "si la vida no es eterna, ¿por qué los perros vecinos hablaban de las transubstanciaciones a los 8 años?". Yo le dije que lea un poco a Hegel y me contestó que prefería a Kierkegaard, lo que me descuadró, pero de inmediato entendí por qué no había encontrado bajo mi cama un libro de Sartre hace un par de semanas.

Después de sus divagaciones existenciales, me vino con que deberían hacer juguetes en forma de periódico para que los perros los masticaran. Le dije que ya existían. Entonces me di cuenta de que me estaba mandando una indirecta para comprarle uno, pero hizo una mueca y quedamos callados, con un silencio incómodo que duró unas 6 horas con 24 minutos.

Ahora me vino con esto de la carta. Pero igual, tengo que regresar, ¿no?

Lo que me intriga es cómo le hizo el perro para que el gato acepte traerme este mensaje. Vi a Floppy incómodo, como diciendo que un gato siamés no está para esas cosas. Creo que debo ir a casa porque no quiero que haya alguna disfuncionalidad. Después estaré con eso de que por mi culpa Dios no existía.

Cumplí 13 una vez y me sentí viejo


Otro días más, un día más. Los vengo contando desde que tenía 13 años, cuando creía ser muy inteligente, me creía un buen jugador de fulbito, ajedrez y le estaba entrando al básquet. Pero ya estaba en segundo de media y se habían ido los días en los que creía que habían nubes voladoras (antes de conocer Goku) que nos llevarían cuando sea fin del mundo.

Un huevo en la cabeza. Sí, fue un huevo en la cabeza lo que me hizo pensar en toda mi vida por un segundo, un huevo que me lanzó un amigo por mi cumpleaños. Luego llegaron los otros huevos, todo fue tan rápido que apenas me recuerdo sumergido en el enorme lavadero del colegio, como se hacía con todos los cumpleañeros. Me había tocado, los que 5to se habían enterado de mi onomástico y me cargaron desde la losa del cole, todos se aglomeraron, era mi turno. Fue una procesión que apenas duró unos 2 minutos. Algunas niñas sonreían, por lo cual también lo hice, no grité ni nada de eso, solo esperaba el momento final.

Y ahí, sumergido en el gran lavadero blanco que alguien coincidentemente se encargaba de llenar, pensé en que tal vez el próximo año no cabría, o que buscaría defenderme o que una de las niñas que sonrieron sería en el futuro mi esposa, o que formaría parte de una aventura que terminaría con 4 muertos, dos de ellos policías o los mismos padres que se oponían a la relación. Entonces salí del lavadero, no sin antes mirar a todos con sus socarronas carcajadas.
Busqué a la niña de pelo corto, no estaba, quizás era mi ángel guardián que en vez de ayudarme se cagaba de risa. No sé. Ya tenía 13 años, me sentía viejo, odiaba a mi abuelo y por la televisión veía comerciales que publicitaban productos para la descalcificación de los huesos.

Era martes. Desde entonces, los martes adquirieron el color marrón en mi mente. Los miércoles el color negro, los lunes azul, los jueves marrón, los viernes igual, el sábado blanco y el domingo rojo. Ya todo había cambiado. Era hora de hacer algo por mi vida. Tenía 13 años. Ahora tengo 26, el doble, ya me siento bajo tierra, mientras arriba lloran algunos familiares y una asistenta social le dice a mi madre que ya cerrarán, que son más de las 11 de la noche.

En fin.