31 oct 2011

No eres la dueña de mi corazón...

No eres la dueña de mi corazón
-ese argumento no procede en la lógica-
si fueras la dueña yo no te amaría sino tú misma
y hay que darle la oportunidad a un corazón para estar en el pecho adecuado.

En el mío haría su verdadera labor
aunque luego tenga que reprimirlo por los trabajos forzados
debido a los reclamos internos por abuso de autoridad
que se reflejarían en mi garganta lastimada
de tanto negar la salida del aire en forma de tu nombre
junto a un verbo en infinitivo y un adverbio que signifique “para siempre”.

Tampoco es cierto eso de que te amo con toda el alma
nadie puede
es mentira
necesito el alma para que me cuide mientras te ame
y persiga tu nombre por todas las venidas congestionadas
y reconozca tu imagen en todos los caminos indirigibles
y todos los sabores irreconocibles.
en realidad mi alma no te ama tanto
sino que, al igual que el corazón,
solo cumple su función
de pesar y de ser en este instante.

Ambos igual acabarán iniciando una revolución en el pecho
erigirán tu nombre en mi diafragma
y contrayendo los órganos harán que mi necesidad de hablar para beber mencione tu nombre.

10 oct 2011

Gestación

Cuando el verano se iba, el Sol agonizaba ególatra dibujando crepúsculos
encendidos e incendiarios
la Luna se acomodaba para descansar en el colchón suave de la neblina limeña
y el viento suspiraba inhalando el ruido necesario para expeler la calma
que necesitan los otoños
sobre todo las hojas secas que durante nueve meses preparan una danza
que durará hasta el mes de agosto, hasta que una gota de rocío les advierta
a gritos que llegó el invierno.
En esos instantes, cuando el Sol cerraba los ojos, en junio azul,
tus padres inventaron el amor
le dieron tu nombre
le dibujaron el rostro en sus pieles y firmaron un documento que los hacía propietarios
desde entonces tú empezaste a heredar todo aquel entorno dibujado a pincelada sedante.

9 oct 2011

Desconfianza

Desconfío de las mujeres que al pasar no dejan algún perfume que las acose. Desconfío más si al pasar todavía caminan y no se elevan como palomas hacia los cables de luz para cantar que nunca las podrás tener. Desconfío de las mujeres que no se dejan soñar, sobre todo si es que las has pensado todo el día y has escrito su nombre en el encéfalo. Las mujeres normales atraviesan las paredes, toman posesión de los sueños y dejan pelados los cables de luz para los que osan perseguirlas. Muchos electricistas han padecido en su intento por echarlas de su dominio.

8 oct 2011

Heredera de la noche

Ella salió de casa y heredó la luz
sus párpados heredaron la quietud
su piel absorbió todo setiembre
y sus cabellos el viento transitivo de invierno a verano.

Ella caminó sobre los recuerdos
esquivó algunos
por otros tuvo que dar brincos
y hasta recogió recuerdos de otros árboles.

Ella heredó la soledad en las mejillas
en las manos el amor frente a una ventana de barro
y encontró el significado de todo
en la levedad de un beso sobre una vereda.

Ella heredó la noche en sus ojos
tuvo que matar algunas ideas
tuvo que recibir el rechazo de su propio cuerpo
pero recibió la vida a cambio de todo.

Heredó el viento en su silencio
en las rodillas el perdón
la creación del mundo en sus gestos
y en su respiración heredó mi gratitud.

4 oct 2011

La venganza pasó a segundo plano

Tengo tantas cosas por hacer que la venganza ha pasado a segundo plano. El hecho de matarlo, descuartizarlo, triturarlo y hacerlo pasar por el inodoro es menos importante que hallar al menos una hora para sentarme sobre el sillón hundido y tomarme una cerveza. Aunque no descarto todavía que la venganza me pueda quitar la tensión de algún músculo dorsal. Sin embargo, para concretar mi venganza tendría primero que hacer algo que no deseo: ser su amigo. El hecho de matarlo sería sólo, digamos, el 5% de la venganza. Ver su rostro en medio de la tortura, sabiendo que piensa más en la traición que en el dolor me causaría una satisfacción solo comparable a la entrega incondicional de un amor que me fue imposible cuando tenía 14 años...

1 oct 2011

Una mujer con el corazón en la mano

No siempre ves a una mujer caminando con el corazón en la mano, envuelta en un vestido negro y con los cabellos enredándose con las tramas difusas de la mirada subyugada a los pretéritos, dejando un semirostro que te observa mientras esquiva su propia sonrisa. Pero cuando sucede, tu corazón quita de en medio a la manzana de Adán e invade tu garganta, tus palabras se estancan en una represa de incertidumbre y te dejas caer del balcón para determinar firmemente una trayectoria de acercamiento para pedirle por favor que desde ese momento se dedique solo a vivir mientras tú te encargas de amarla para toda la vida aún cuando tu vida ya no te pertenezca.