31 oct 2009

Lima - Martes 3:30 pm.

3:30 pm, salgo de casa sin rumbo fijo. Subo a un taxi. "A dónde va". No sé, a donde sea. "¿Al centro puede ser?". Tal vez. "Vamos al centro entonces".

-Señor, ¿alguna vez se ha sentido vacío?

-¿A qué se refiere?

-Vacío, sin ganas, sin... rumbo. No se ha levantado alguna vez de la cama y se ha preguntado ¿qué hace en este mundo y si vale la pena todo lo que hace?

-Bueno, sí. A veces me he sentido así.

-Así me siento ahora.

-Bueno, mientras me pague el pasaje, vamos a cualquier rumbo infijo entonces.

Los edificios del centro se acercan a medida que avanzamos. El cambio del paisaje se nota. Las casas son más viejas, el olor es otro y el tráfico nos hace avanzar de a pocos.

-Yo también quería preguntarle algo.

-Dígame.

-¿Cómo hace uno para librarse de un cadáver en la maletera?

-...

-De un muerto. Bueno, verá, tengo un cadáver desde anoche en mi maletera y no sé cómo deshacerme de él.

-Mmmmm

-Espero no haberlo desconcertado.

-No, solo estoy pensando.

-Ya he intenté arrojarlo al río, pero el acceso a la orilla está cerrado, lo que me obligaría a cargarlo por más de 50 metros, lo que no sería bueno para mi columna, es que por estar sentado he adquirido diversos dolores.

-Sé cómo es eso. Yo trabajo en una oficina, 8 horas sentado.

El semáforo cambia a verde. El auto blanco sigue, el taxista insiste:

-Bueno, es que no quiero llegar a casa con un cadáver, y si lo tengo por unas horas más se notará el olor.

-¿Y si lo deja en la carreta? En la Panamericana Norte hay sitios desolados.

-Puede ser… pero siempre pasa un carro y de repente se convierte en testigo clave y esas cosas. Ya sabe usted cómo es la prensa.

-Tiene razón.

-Pero… aunque, por ahí conozco un descampado. Una vez llevé a un cliente por ahí. Espero que no hayan invadido los terrenos.

-Qué bueno, me alegro por usted.

-Sí pues, gracias. Es que con todo esto de la proliferación, la centralización de Lima y el auge de las construcciones, ya uno no puede estar solo para deshacerse de su cadáver.

5:30 pm., las luces de los postes empiezan a encenderse por el nublado cielo limeño. Diríamos que hay mal tiempo y que hasta se avecina una garúa. El chofer es corpulento, de tex blanca y un cabello que de seguro no se corta hace un mes. Tiene un anillo dorado. Se da cuenta de que mis ojos apuntan hacia aquel adorno en sus dedos.

-Este anillo es del finado.

-Y por qué lo mató, si es que no es mucha indiscreción.

-Ah, no. Cómo se le ocurre. Bueno, era un cliente borracho que se quedó dormido y cuando me di cuenta estaba muerto.

-¿Y por qué lleva restos de sangre en el asiento?

-Bueno señor, debe ser de otro cliente, porque que yo sepa, este está limpio.

-…

-Bueno, usted dirá… estamos en el centro.

Cruce de Colmena con Tacna, hay movimiento normal. Saco un billete del bolsillo.

-¿Entonces hasta aquí no más?

-Sí, que le vaya bien con su muertito.

-Ok, me salvó de una. De aquí hasta el descampado son 40 minutos. Para entonces ya estará oscuro.

-Qué bueno, buen viaje.

-Gracias.

-Gracias también.

La ciudad de Lima fue fundada por Francisco Pizarro. Su cercanía al puerto, la superficie plana y la buena tierra para el cultivo fueron indicios que hicieron detener la marcha española al momento de fundar una capital de la conquista. Llego a la Plaza San Martín, ahí sigue él con su caballo, ahí todos los transeúntes de mirada perdida. ¡Cuántos cadáveres para echar por la carretera!

30 oct 2009

Para saber que existo

Para saber que existo, llego tarde a mi casa para que haya pocas probabilidades de que nadie me vea o me diga que no vivo allí y que por favor me ponga ropa que los niños están asustados y que llamarán a la policía.

Para saber que existo me dejo entregar cosas prestadas, premios que no merezco y pronuncio huelgas de hambre en los mercados mayoristas. Me pongo zapatos largos que me harán tropezar y cargo las calles que caminaré mañana.

Me miro al espejo de reojo y: ¡te atrapé!

Para saber que existo me dejo doler la espalda, cansar el lapicero, rasgarme como las mesas escolares de una biblioteca, pintarme como pared de baño público, dejarme dormir por los enemigos y me dejo saber que es martes, que tengo sueño, que mis espasmos me desean un trago o las ganas de no tener que estar probándome cosas que no tengo por qué saber, pues no me quedarán. Por Dios, ya es invierno…

29 oct 2009

Y dios creó al mundo


Dios creó al mundo en un ensayo de química de curso vacacional.
Creó al hombre, lo llamó Adán y nadie pudo comprobarlo en los registros municipales.
Creó el pensamiento y se le volvió manzana.
Creó la maldad y ésta nació deforme, con patas mullidas
y se arrastró para ser serpiente.

Y creó a la mujer y ésta le rompió una costilla al macho alfa
Le robó la billetera Dolce&Gabbana
Y se fue corriendo a Saga Falabella.

Creó también otra mujer para tener hijos
Y como la mezcla genética fue entre parientes
de primer grado de consaguinidad
-según un pergamino rescatado
de los anaqueles de la biblioteca babilónica
y que más tarde confirmó Sciencie en su especial
sobre la endogamia, de versión papel electrónico-,
los hijos le salieron con alas.
Les decían mutantes en el colegio y estos
volaban para cagarlos desde las alturas
hasta que en casa no hubo dinero por culpa del aprismo

y tuvieron que volar cogiendo carteles de Coca Cola para ganarse la vida.
Pero no tardaron en avergonzarse de tal condición
y uno de ellos no quiso vivir a las sombras de su Padre
y se fue a vivir en el sótano aunque sin aire acondicionado.

Otro de ellos, quizás el más liberal, rebelde y neo hippie,
se dejó llevar por Kurt Cobain y creó las circunstancias oportunas para ser crucificado.
Entonces el verbo se hizo carne y Marco Aurelio Denegri ya no pudo conjugarlo.
Y desde entonces los romanos aventaban leones a los cristianos
porque la tauromaquia todavía no era tan popular.
Y llegó San Agustín para vender el copyright de su nombre
a un colegio de clérigos hacendados.

Llegó también el sentimiento de culpa para contradecir al sadomasoquismo.
Llegó luego la decencia que trajo un garrote en la cajuela del coche
para vendérsela a la Santísima Inquisición.
Y los del periódico Trome arrodillánrose de plenitud.

Los devotos, a posteriori, olvidaron a los Borgia y también a Lord Vader
Y se resignaron con Juan Pablo II y Dios le dio sabiduría, amor de los hombres
y un auto con chasis de titanio antitanque.

Y así, Dios creó al mundo para ensayar y le salieron unos más bonitos y obedientes
En la galaxia Andrómeda.
Mientras, los curas hacían el amor en las películas de Almodóvar
En las playas de Miami y en los conventos de clausura
Bombeando sangre a la punta del glande desde un corazón melindroso
Con sentimiento de culpa.

Quererte significa


Quererte significa verte y temer al infinito.
Quererte es someterse a los pájaros
Dejarse matar por el enemigo
Matarse uno mismo por la espalda
Y pertenecer a este mundo que no sabemos si en verdad gira
O cae.

Quererte.
Una mano que me lleva al ahogo
Unos cabellos que respiro hasta sangrar
Una nuca con vida propia.
Y quererte además de todo que si no fuera poco
Sería porque caigo junto con el mundo.

28 oct 2009

Pequeñas siamesas


Estaban a punto de separarlas. Ya no tenía caso pensar en que estaban traicionando la memoria de su padre que siempre se opuso a esa operación, debido a la religión que profesaba. Tal vez algunos familiares las mirarían luego con indiferencia, condenándolas por tal decisión post mortem, pero ya eran mayores, estaban apunto de terminar la universidad y además cada una tenía sueños distintos.

Para los médicos sería una sencilla operación, siempre y cuando Noemí no reaccione mal a la anestesia. Por Ruth no habría problemas, siempre fue la más fuerte y nunca tuvo alergia conocida. Para la madre, una mujer mayor de 60 años, una persona que nunca supo decidir, fue motivo para que huyera a la capilla más cercana y rezarle a cualquier santo para que a sus hijas no les pase nada malo. Hasta que llegó la hora.

Cuando les aplicaron la anestesia, ambas entraron a un estado de embriaguez tal que empezaron a rememorar incidencias respecto a tal unión que fue famosa en todo el país, sobre todo en la universidad en la que estudiaron. Recordaron su infancia, las chompas que les tejía su madre (en realidad se trataba de una sola chompa), recordaron además a sus primeros novios, a los platos que servía mamá, las camas unidas, los primeros viajes en los buses, en los aviones, a los sets de televisión, a los municipios, a las diversas clínicas que les ofrecían una separación inmediata, a los religiosos de traje raro que visitaban junto a su padre, todo ello se mezclaba en el momento que entraban al sueño involuntario para evitar el dolor.

Cuando despertaron ya no había nadie al costado de nadie. Es decir, cada una ya no tenía a la hermana al costado. Las camas estaban separadas. Ruth pudo ver a Noemí que todavía no despertaba. Se le acercó en médico, le dijo que la operación había sido todo un éxito, que no se preocupara por su hermana. La madre ingresó con una leve sonrisa, ahora tendría dos hijas de verdad. Ella llevaba un bolso con ropa nueva, quedarían atrás las prendas holgadas y tristes que lavaba. Ya no más.

Alguien había avisado a la prensa. Noemí despertó. Estaba un poco aturdida, pero cuando vio a Ruth tan lejana se echó a llorar. Ruth intentó acercarse, pero tenía incrustado sobre su brazo izquierdo el suero para reponerla de la sangre que ambas habían perdido. Entonces solo la calmó con palabras.

Llegaron otros doctores. Uno de ellos les habló sobre los cuidados que debían tener durante unos 6 meses. La terapia sería sencilla y, como ambas ya tenían 26 años, sabrían hacerlo todo con la responsabilidad adecuada. Sin embargo, quedaba otro problema, la prensa. Entre los médicos estaba también un sicólogo, un especialista cuya primera función era prepararlas para las preguntas de la prensa porque se trataba de unas siamesas que fueron en contra de la religión más ortodoxa del mundo y ahora estaban separadas, oponiéndose a miles de seguidores de ese profeta conocido, pese a las amenazas de muerte.

Después de dos días saldrían del hospital, no sin antes participar en esa esperada conferencia de prensa, donde estaría presente el director del hospital, el ministro de salud y un especialista en los derechos humanos. Cuando entraron las hermanas separadas, las cámaras les empañaban los ojos y la bulla se hizo insoportable. Entonces llegó el momento de hablar. Ruth cogió el micrófono y con su mano derecha levantó la mano izquierda de Noemí. Todo el mundo entonces pudo ver la foto de las hermanas sin un dedo meñique.

Cómo preparar una cena para dos


Ingredientes:
1. Una vida mediocre
2. Una ventana vieja
3. Una mujer inalcanzable
4. Dos kilos de amor
5. Dos rosas recién cortadas
6. Una canción de Carmencita Lara
7. Veneno
8. Un kilo de hígado
9. Dos rollos de papel higiénico
10. Un par de números telefónicos.

Preparación:
Dejar la vida mediocre mirando por 27 años sobre el alféizar de la ventana. Luego dejar pasar a la mujer inalcanzable y dejar que la vida mediocre la mire por cinco cuadras hasta perder de vista los dos talones. Esta mujer deberá estar vestida con una blusa roja, digamos, y con un cabello más bien negro que vaya rebotando con cada paso. Luego, rebanar en varias rodajas los dos kilos de amor, sin necesidad de lavarlos, luego tirarlos por las hendiduras del lavadero. A medida que el amor pasa por el tubo del lavadero, acompañar el sonido del agua que corre con la canción de Carmencita Lara.

Una vez desaparecido todo el amor por el desague, sacar el hígado y echarlo a la primera pareja que pase por la ventana vieja; de preferencia a una pareja feliz. El veneno es una opción a la clásica pimienta y comino, de modo que puede o no utilizarlo para el aderezo. Los rollos de papel higiénico son para el baño, como debe ser. Ah. Las rosas recién cortadas son para dejarlas caer desde la ventana, una vez tirados el amor por el desage y el hígado por la ventana. Para servir, adornar si desea con los números telefónicos; estos deben tener nombre de mujer alcanzable.

22 oct 2009

El trabajo más triste del mundo

¿Cuál es el trabajo más triste del mundo? Esta pregunta me la hice mientras pasaba por un buzón de desgue atorado. Apestaba a los mil demonios cagando, era una fiesta fecal en medio de la pista. Pensaba entonces en los encargados del servicio público de limpieza y en la labor que les tocaría dentro de poco. Pero no creo que sea triste ese trabajo.

Un trabajo triste. No un trabajo horrible, asqueroso, aburrido, cansado. Un trabajo de verdad triste. No porque nos haga sentir tristeza, porque nos dan pena los empleados, ni porque el empleo es de alto riesgo. Un trabajo triste. No lo hallo. No creo que sea el de maquillador de muertos, necesita concentración y además para maquillar a un muerto hay que tener valor como para ofrecerse de hombre bomba en un mitin aprista. Pero no, un trabajo triste.

Si recurría a una cura, seguro me decía que ningún trabajo es triste, que el trabajo dignifica y toda esa basura. Pero no, un trabajo triste, ¿existe? El de pelador de cebollas hace llorar, pero existen métodos para evadir esa sustancia de nuestros ojos. ¿Una plañidera, que llora y llora en cualquier velorio y por lo que sea mientras se pague al contado? No, eso no es triste.

Un trabajo monótono, como el encargado de la supervisión de calidad de algún enlatado. No, es mecánico, también necesita concentración y no es triste. El de prostituta. Hay ninfómanas y otras gozan del dinero fácil. Nada. El de caficho, menos. El de político no es triste, es truculento. El de músico es de todo, menos triste. El de payaso es muy serio, no triste. El de profesor en el Perú quizás es el que más se aproxima, pero tampoco lo es.

El trabajo de burócrata es asqueroso. El de simple oficinista es patético, el de asistente de cualquier cosa es desagradable, el de mesero es humillante, el de lustrabotas es peligroso, el de peluquero es indescifrable, el de fisicoculturista es asesinable. El de asesino es interesante, pero no triste. El de enterrador es grosero, el de vendedor de seguros es oprobioso. El de narcotraficante es muy caluroso, además no me gusta el calor de la selva, menos los mosquitos.

Un trabajo triste. Tal vez los adjetivos se hicieron justamente para no abusar de ellos y cada palabra tiene un número limitado de adjetivos posibles. Un trabajo triste, no patético, sino triste. ¿El de mendigo? No, no es triste. Quizás un filósofo me diga que un trabajo es triste cuando el ser en cuestión no halla la justificación necesaria para realizar un mínimo acto. Desde despertar, hasta mover un dedo meñique. Pero bueno, no pregunto cuándo un trabajo es triste, sino un trabajo triste.

No hay, creo y es bien triste ponerse a pensar en estas cosas cuando hueles a excremento derramado sobre la pista. Quizás es una alteración hormonal producida por las bacterias del mal olor de los restos que produce el hombre y los esconde bajo tierra.

Estaba yendo a almorzar y al final crucé la calle hacia ninguna parte. Miré un puesto de periódicos, apestaba igual. Regresé a casa.





Un poema diario


Un poema diario o un poema al día.
O un problema al diario
y un poema en el diario, del quisco:
"HOMBRE MUERE POR ESCRIBIR TODA LA NOCHE". Pág. 13-18. Policiales.
"DIOS LANZA SU CANDIDATURA PRESIDENCIAL". Pág. 4-5. Política.
"RECLAME HOY UNA NUEVA VIDA". S/.0.50 diario solo. S/.0.70 con nueva vida.

Un poema, una nueva vida.
Una vida a diario
un diario problema de vida.
"MUJER ACUCHILLA POR LA ESPALDA AL AMOR.
Policía halló rastros de sangre por todo el edificio.
Mujer confiesa que fue por venganza". Pág. 14. Deportes.

Una vida, un poema.
Una vida, un problema.
Un diario en el quiosco, todos los días:
"INVENTAN APARATO PARA VER EL ALMA.
Científico afirma que se trata de una experiencia desagradable.
Apple ya tiene más de dos millones de pedidos del Almus 2.0
Pese a que inventor afirma que el alma puede contestar toda pregunta". Pág. 25. Familia y Sociedad.

Un poema. Una vida.

21 oct 2009

Maldita rana


Nunca supe dibujar. En las tareas escolares sólo calcaba los dibujos con papel carbón (creo que se llamaba así). Si no tenía esa hoja de carbón azul, lo hacía con un papel delgado al cual le echaba un poco de kerosene para su mayor transparencia. Los dibujos salían bien, aunque luego mi cuaderno se quedaba con todo ese olor a cocina de los 80'.

Salvo la buena muñeca para los dibujos cuasieróticos, o mejor dicho grotescos (los clásicos penes, los traseros que se iniciaban con dos paréntesis, o las tetas que podían dibujarse con una W o con dos "U"), nunca destaqué en esta materia donde, según un profesor, todos tenemos algún talento escondido.

Bueno, yo no tuve un talento escondido (Fácil que estaba encarcelado y huyó limando los barrotes, o salió despavorido acuchillándome por dentro mientras dormía). Pero sí lo tuvo mi amigo Pashu. No sé por qué le decían así. En su partida de nacimiento decía Beto, pero la profesora insistía en llamarlo Alberto, pero para nosotros era Pashu, o el "pirata" para los enemigos, los que se burlaban de su pupila izquierda, la tenía blanca, y parecía crecer con el paso de los años.

Recuerdo que en segundo de primaria, estábamos con eso de "Cucú cucú, cantaba la rana... cucú cucú debajo del agua". Toda la santa mañana. Hasta que la profesora, para irse a comer al cafetín, nos dejó de tarea dibujar a esa maldita rana que no sé por qué diablos cataba "Cucú", si ellas croaban.

La rana que intenté dibujar, por supuesto, era más parecido a una caricatura de caricatura de un muñeco de peluche de rana mal cocido por un ciego zurdo. Pero el de Pashu no. Su rana era igualita al del libro y hasta la estaba coloreando. Yo le presté mis colores, no sé cómo hacía para combinar y crear diversos matices a esa edad. Poco a poco lo rodeamos y las chibolas que en el futuro iban a ser las futuras jugadoras del partido de la vida, o en todo caso, las manipuladoras que gobernarían el mundo, ya le habían dicho que les dibuje una "ranita" en sus cuadernos. Pashu aceptó.

Los chibolos que no nos atrevimos a pedirle el mismo favor, pudimos ver cómo, en menos de un minuto, Pashu dibujaba esa maldita rana con sombrero, con su sonrisa cachacienta y encima de una hoja. Las niñas futuras dominantes del mundo, futuras rompecorazones, motivos de varios suicidios colectivos, de alteraciones mentales y de largas noches de insomnio frente a un puto computador, se iban de una en una con sus dibujos en sus cuadernos que si no olían a uva, olían a fresa. Las menos agraciadas, las más inteligentes, las que finalmente harán en el futuro el trabajo duro y pesado, y se congregarán para las manifestaciones feministas, también cayeron rendidas al talento de Pashu y pidieron el mismo favor. Por supuesto, Pashu aceptó con la única condición de recibir esos chicles Bomba que tenían como figura a un elefante haciendo un globo con la goma.

Finalmente, Pashu fue la vedette. Tenía en su haber más de 20 ranas en media hora y los que asomábamos por la ventana, esperando a que regresara la profesora para calmar esta humillación, nos acercamos para ver cómo el dibujante terminaba de pintar su dibujo. Hasta que ocurrió. Uno de los chibolos futuros oficinistas y lameculos de cualquier jefe que se cruce en su camino, le pidió a Pashu un dibujo, y, claro, éste aceptó a cambio de 20 céntimos. Entonces se apuntaron otros, y otros más. No se trataba de favor, se trataba de negocios, así que no había tanta humillación.

Faltaban unos 5 dibujos pagados por adelantado, cuando de repente entró la profesora. Esa que pateaba a mis compañeros, la que se prestaba una correa para castigarnos y que tenía un clavo en la pared para colgar un trozo de manguera que nos turnábamos para llevarla a casa. Esta bruja moderna, hizo sentar a todos y, sin perder el tiempo, se dispuso a digerir su comida de serpiente mientras revisaba los dibujos que había dejado como tarea preventiva.

Empezó por Aymé, la chica que olía a magnolias aún cuando no sabíamos qué eran las magnolias. Esta pequeña muestra de los semidioses, demasiado limpia y demasiado perfecta para ser humana, había concitado diversas guerras internas en el bosque que quedaba por el río (el salón se dividía en dos bandos por ella y rescatarla del malvado director era la misión principal). La profesora vio su dibujo y la felicitó, claro que ella fue la única que no pidió el favor a Pashu. Luego siguió con José Luis, a quien felicitó de manera efusiva, mostrando el dibujo que "había hecho", aunque sin pintar todavía. La cara de la bruja cambió, solo le faltaba ofrecernos una manzana. Pero el momento kodak fue interrumpido por Héctor, que escondía litros de envidia a tan corta edad bajo esa cara de inocente y ese peinado lengua de vaca babosa: "Se lo dibujó Pashu".

Héctor era uno de los que no logró conseguir el dibujo por 20 céntimos. La profesora corroboró de inmediato. Pashu tenía un bonito dibujo, ya pintado y con los arreglos respectivos.
La profesora no sabía si castigar o pegarse un tiro. Así que salió del trance cuando con valor cívico le dijimos que Pashu había dibujado casi todas las malditas ranas. Entonces la profesora decidió salomónicamente: "Pashu tienes 20", ustedes romperán sus hojas en dos y aprenderán a dibujar.

Debo confesar que yo no rompí mi hoja porque mi maldita rana era feíta, pero era mi rana. Me puso un digno 12. Yo hubiera avisado a la profesora que Pashu andaba cobrando por cada dibujo, y así conseguir el segundo puesto después de Aymé, pero no lo hice porque después de que le presté mis colores a Pashu, se sentó a mi lado y fuimos amigos desde entonces.

Hace un año lo vi. Estaba en una esquina, ebrio, con su pupila blanca. Me ofrecía una botella con algún trago barato. Salud, me dijo. Yo no lo rechacé, me tomé ese trago desconocido, tapado con una bolsa negra. Salud, le dije. Entonces hablamos cosas banales, le invité a que dibuje en una revista que hacía con unos amigos, me dijo que sí. Pero luego desapareció otra vez. Me contaron que su madre había fallecido, que no tenía dinero, que no terminó el colegio, que ahora trabajaba en una mina de carbón. Bueno, dije. Me quedé sin palabras como hasta ahora.

Mi perro me escribió una carta


Mi perro escribe una carta, dice: "Lima 21 de octubre. No vuelvas a casa".

Compruebo que se trataba de mi perro, porque observo que la carta está escrita en un retazo de cartón de su caja de galletas favoritas Dog Mistic. Además el cartón huele a mi perro y al aspirar siento uno de sus pelos en mis fosas nasales y estornudo. Pero, ¿por qué no querría que vuelva a casa?

Pienso entonces que mi madre se dio cuenta de que simulé dormir y escapé de casa con mis amigos del barrio, y que ahora me espera las 24 horas del día tras la puerta de mi habitación con un bate de béisbol. O que se enteró de que en la primaria repetí quinto grado, pero nunca lo supo, aunque sospechó siempre de mi uniforme y de mi disfraz de hormiga, el que usé por dos años seguidos en las actuaciones por el día del Principio Aristotélico. En fin.

Mi perro anduvo raro esta semana. Primero se anduvo con eso de que "si la vida no es eterna, ¿por qué los perros vecinos hablaban de las transubstanciaciones a los 8 años?". Yo le dije que lea un poco a Hegel y me contestó que prefería a Kierkegaard, lo que me descuadró, pero de inmediato entendí por qué no había encontrado bajo mi cama un libro de Sartre hace un par de semanas.

Después de sus divagaciones existenciales, me vino con que deberían hacer juguetes en forma de periódico para que los perros los masticaran. Le dije que ya existían. Entonces me di cuenta de que me estaba mandando una indirecta para comprarle uno, pero hizo una mueca y quedamos callados, con un silencio incómodo que duró unas 6 horas con 24 minutos.

Ahora me vino con esto de la carta. Pero igual, tengo que regresar, ¿no?

Lo que me intriga es cómo le hizo el perro para que el gato acepte traerme este mensaje. Vi a Floppy incómodo, como diciendo que un gato siamés no está para esas cosas. Creo que debo ir a casa porque no quiero que haya alguna disfuncionalidad. Después estaré con eso de que por mi culpa Dios no existía.

Cumplí 13 una vez y me sentí viejo


Otro días más, un día más. Los vengo contando desde que tenía 13 años, cuando creía ser muy inteligente, me creía un buen jugador de fulbito, ajedrez y le estaba entrando al básquet. Pero ya estaba en segundo de media y se habían ido los días en los que creía que habían nubes voladoras (antes de conocer Goku) que nos llevarían cuando sea fin del mundo.

Un huevo en la cabeza. Sí, fue un huevo en la cabeza lo que me hizo pensar en toda mi vida por un segundo, un huevo que me lanzó un amigo por mi cumpleaños. Luego llegaron los otros huevos, todo fue tan rápido que apenas me recuerdo sumergido en el enorme lavadero del colegio, como se hacía con todos los cumpleañeros. Me había tocado, los que 5to se habían enterado de mi onomástico y me cargaron desde la losa del cole, todos se aglomeraron, era mi turno. Fue una procesión que apenas duró unos 2 minutos. Algunas niñas sonreían, por lo cual también lo hice, no grité ni nada de eso, solo esperaba el momento final.

Y ahí, sumergido en el gran lavadero blanco que alguien coincidentemente se encargaba de llenar, pensé en que tal vez el próximo año no cabría, o que buscaría defenderme o que una de las niñas que sonrieron sería en el futuro mi esposa, o que formaría parte de una aventura que terminaría con 4 muertos, dos de ellos policías o los mismos padres que se oponían a la relación. Entonces salí del lavadero, no sin antes mirar a todos con sus socarronas carcajadas.
Busqué a la niña de pelo corto, no estaba, quizás era mi ángel guardián que en vez de ayudarme se cagaba de risa. No sé. Ya tenía 13 años, me sentía viejo, odiaba a mi abuelo y por la televisión veía comerciales que publicitaban productos para la descalcificación de los huesos.

Era martes. Desde entonces, los martes adquirieron el color marrón en mi mente. Los miércoles el color negro, los lunes azul, los jueves marrón, los viernes igual, el sábado blanco y el domingo rojo. Ya todo había cambiado. Era hora de hacer algo por mi vida. Tenía 13 años. Ahora tengo 26, el doble, ya me siento bajo tierra, mientras arriba lloran algunos familiares y una asistenta social le dice a mi madre que ya cerrarán, que son más de las 11 de la noche.

En fin.