5 dic 2010

Está comprobado

Está comprobado lo absurdo que resulta
la existencia de algo indefinible
como está comprobado que algunas cosas no caben en su nombre
y que las paredes no están para proteger
sino para separar o dar la idea de forado al diccionario.

Comprobado: la distancia no demuestra que estamos aquí
tampoco existe para separar dos puntos y crear la línea
-la de uso frecuente para el escaleno-
sino para entremezclar corazón y garganta de los que suelen
extrañar a mares turbios y contaminados al amor que siempre se va.

Está comprobado y hasta en latín
que Lavoisier estableció la naturaleza de la combustión mientras
abrasaba el amor de una cortesana, la misma
que abrasó entre ciénagas a Marat para quebrarle el corazón, literalmente.

Está comprobado y existe un diagrama
que te amo mientras recuerdo cuál es mi nombre al despertar
en cada mañana, cuando alterno perpendiculares
sobre tu recuerdo y hallo alguna intersección con algún recuerdo que me tienes.

Lo último se puede dibujar en el plano cartesiano.

20 nov 2010

La chica del Metropolitano

(Ensayo de descripción)

Vestía pantalón negro, casaca del mismo color, zapatos de taco mediano, una polera tipo BVD y además (de aquel ropero que sólo algunas mujeres escogidas logran ordenar) se puso un aura de reina que le permitía hacerse paso en el ajustado bus donde todos viajábamos como sardinas enlatadas. Alrededor de ella se formó una especie de círculo que delimitaba perfectamente su espacio, nadie quería rozarla ni por error, por miedo a morir por alguna de esas enfermedades incurables y desconocidas que tienen que ver con el estado anímico de los pacientes.

Cuando se aferró a uno de los asientos para contrarrestar la inercia del bus, pude ver su mano. Tenía una piel clara, pero al contrario de otras de similar pigmentación, ésta no dejaba traslucir alguna vena, algún rastro arisco, mancha o surco que delata la edad. Era suave, no era necesario comprobarlo, era suave como las nubes que tampoco tocamos y como deben ser los trajes de los obispos y suaves como deben ser las fragancias que nos evocan la infancia, si es que lograran reunirse en estado sólido.

Cuando le cedieron el asiento, se acomodó el cabello hacia un costado, como dejándose contemplar para una fotografía o pintura que de seguro muchos ya estaban elaborando en el lienzo del hipotálamo. Se sacó la casaca con una delicadeza, energía y elasticidad particular, a vuelo de pájaro, literalmente. La agilidad de sus brazos podrían confundirla con un intento de vuelo, ascensión o alguna orden que se da desde el púlpito para no utilizar la voz entre la muchedumbre de alguna manifestación.

Aquella casaca se enredó entre los tirantes de su morral negro que descansaba sobre sus piernas. La polera blanca dejaba a la vista sus hombros y brazos gráciles que desempeñaban más de una función en pocos segundos. Se acomodaba el cabello, se colocaba los audífonos y se tocaba la nariz para despejar algún polvo invisible, de esos que sólo se pueden despejarse con la yema del índice mientras se mira al vacío, perfecta acción para atraer a cualquier corazón distraído. Perfecta flecha envenenada si es que se tiene el arte de perfeccionarlo.

Sentada, apoyaba el codo derecho sobre el borde de la ventana. Parecía mirar la ciudad, las personas, todo el urbano reino que el bus dejaba a su paso. Su cabello ondeado rebotaba cada vez que la velocidad y baches de Lima ocasionaban un temblor perpendicular, por así decirlo, ya que estábamos ubicados justo bajo uno de los ejes del vehículo. Ella dejaba verse los ojos que habían pasado por una sesión de deliñadores de color negro, los adecuados para la comparsa de su atuendo negro y blanco. La punta de las pestañas apuntaban el cielo y las mejillas contenían ese rubor que logra a veces el maquillaje, aunque no logré distinguir si poseía algún color artificial. Bueno, digamos que no debí delatarlo.

Los labios conforman las páginas de un capítulo aparte. ¿Han visto los volcanes, las erupciones, las rosas en la mañana, los crepúsculos vespertinos, los rubís inalcanzables, los libros de Mao, las heridas inocentes, el fuego de las chimeneas y los corazones que han pasado por una sesión de flechas de un Cupido ebrio? Pues aquellos labios eran algo parecido, sólo que estaban ahí, ahí bien puestos y tan cercanos, al margen de todo sentimiento, eran algo material, simple dermis, músculo delineado, compuesto y tan sugestivos que podían ordenar lo que sea y se tendría que cumplir de inmediato.

Mientras regalaba miradas a la ciudad, se daba tiempo para la plebe y daba un vistazo general y fugaz para observar a quiénes se le habían prendido con la mirada. Luego tomaba su celular, aquel aparato con pantalla táctil manejado de manera diestra por unas uñas bien cortadas y cambiaba de canción, y realizaba de inmediato una verónica con el cabello ondeado para dejarse ver una de las orejas élficas.

Describiría aún más. Sus brazos, las pulseras de las muñecas, sus dedos, sus zapatos, hasta sus nudillos, pero dejé de mirarla para no morirme tan joven. Además, ya me tenía que bajar del bus y tenía dos opciones: bajar o seguir hasta el último paradero para seguirla hasta el fin de los tiempos y del inicio del Armagedón. Así que bajé, además porque quizás no me gustó algo de ella, digo, no todo es perfecto y así debe ser para que algunos humanos no se mueran solos en la vida. Y bajé del bus. El semáforo en verde me incitó a seguir mi camino, todo estaba predestinado.

Si la hubiese seguido tal vez ahora estaría durmiendo en la puerta de su casa. Habría invadido una parte de terreno en quién sabe qué parte de Lima y sin que me importe una orden de desalojo ejecutada por policías que visten atuendos metálicos que un Robocob envidiaría con cada tornillo mal puesto.

11 oct 2010

Tal vez no me guste escribir

Tal vez no me guste tanto leer o más escribir
Tal vez no me gusta aquello de girar los lápices
Ni lenguaje, palabra, pensamiento
Tal vez me gusten solamente los papeles.

Tal vez el amor es un pretexto para reemplazar el azúcar
La vida pura retórica, digamos, almidón
El tiempo y el espacio puros condimentos: ají, sal, pimienta y limón
Tal vez necesite agua para digerir esta resma de bond de 75gm.

Tal vez no es la poesía, ni la narrativa
No es admiración por Borges, Turgueniev o Nabokov
Sino simplemente complejo de termita
Escrutinio de polilla y disgregación de rumiante a la hora de almorzar.

Es amor al papel. Viejos, nuevos, suaves y ásperos.
Couché, bulky, kimberly, bond, cáscara de huevo,
Todos barnizados o no, fomentan este amor por la literatura
Que me ha convertido en un terrorista de flora peruana.

8 jul 2010

Tú eres

Estás como si fueras inventada
pero alertas de inmediato que no
cuando juegas con tus pies a tenerme condenado.

Por ti es este día
y me gustan las inclemencias que suscitan
tus labios que hacen sombra en mis determinaciones clandestinas.

Tú eres desembocadura serena y torva elástica que agranda la cama
y convierte en cisne a las sábanas que nos llevan a las nubes
traspasando la bóveda estucada.

Tu piel sugiere un número
tus manos proclaman la indepedencia de todo
es este calor que muere como mariposa.

Tu piel es la sugerencia viva de mil palabras
que lo dicen todo y que lo matan todo si los interrumpes.
Algún día llegaremos a comprenderlo todo, ahora no importa.

Tú eres madera lisa y tu devenir
hacia mi felicidad
crea el incienso que nos embriaga para creernos que estamos
y que si las luces están apagadas
es porque tenemos la misión de crearla
de crearlo todo para ignorarlo luego.

Los dos entonces navegamos en la punta de un lápiz
y un cisne nos mira mientras se sacude las alas.

25 may 2010

Está comprobado

Está comprobado que el tiempo no existe
Pero sí la distancia y digamos que te demoras miles de kilómetros para llegar a casa.
También está comprobado que el cielo no es azul
Y que las estrellas son agujeros negros con carnada
para los planetas ingenuos que leyeron a Julio Verne.

Está comprobado, eso sí, hasta que se demuestre lo contrario
Que la música mata el alma y que pervierte la funcionalidad normal de los ganglios linfáticos.
Y no importa si es martes o viernes, está comprobado
que al planeta le importa un carajo que nos matemos
encerrados en el marco de una ventana que da a la calle
mientras colocamos en el aire alguna canción desconocida de Los Beatles
cuando no tenían baterista.

También está comprobado que cada paso existe gracias al paso que le precede.
Y que las palabras son el peor medio de comunicación para la poseía.
Entonces, también está demostrado casi científicamente que los cabellos tristes atraen al aire
Y que las mujeres bellas están condenadas a desperdigar almas en vespertinos crepúsculos
Tirándolos a las orillas del mar que nadie está seguro que existen, debido a su inestabilidad.
También, muy comprobado, que la poseía como tal no existe
Porque nadie puede definirla, sencillamente así es de sencillo.

Comprobado el día porque despierto contigo, o he soñado contigo.
Demostrado este momento porque recordaré que te tengo tras de mí
Alentando este momento de aquel tiempo que sabemos no existe
Pero sí la distancia y estás kilómetros tras de mí,
pero suena la música y espero verte desde mi ventana.
El uniforme de colegio, los pasos que sí existen, el cielo azul que tampoco es.

Y resulta que también está comprobado que te miro.
Que las fotografías estimulan el hipotálamo
Hasta que le hacen a uno perder el equilibrio y solemos tirarnos de los puentes
A veces de las veredas y otras veces desde la ventana, de esta misma.
Otras veces uno suele tirarse de bruces a la página en blanco
Y termina contradiciendo a Newton, comprobando fehacientemente que la gravedad
Es mirarse al espejo en este estado, cuando se demuestra que estás solo
Y que las lamentaciones son pruebas de que existe el verdadero amor que en realidad no existe
Porque nadie ha podido definirlo, así como nadie puede comprobar que existes en este conjunto aciago de kilómetros.

Después de todo, o, al final de todo y felizmente:
Al planeta le gusta Julio Verne y Los Beatles.
Es lo más importante.

21 may 2010

Un miércoles cualquiera

Llego todo desencajado, desanimado y tal vez hasta asqueado a un recital que no me interesa, pero en el fondo sé que debo hacerlo, para que la bilis sea lo suficientemente eficiente. Me siento y veo a un tipo que se me acerca.

-Hola, soy (no sé cómo mierda se llama). Y hoy presentaré mi libro.
-Ah, mire usted, qué interesante.
-Mire, este es mi libro. Se llama Homenaje a la Juventud.
-Ah, qué bien, lo felicito.
-Si quieres toma, puedes verlo y me colaboras.
-Uy, dinero sí no tengo ahora (tenía 235 soles en la mochila).

Uno de los organizadores me pide ayuda para acomodar unas sillas. Como llegué temprano, habrá que ayudar y, si me lo pidieran, hasta barrería. Le pido disculpas al "escritor" y le pido un momento. Dejo el libro en mi silla. Luego termino y vuelvo a sentarme. Y es ahí cuando procedo a chequear el libro. Pero el "escritor" me interrumpe.

-¿Me vas a colaborar amigo? Son 8 soles.
-Bueno, te dije que no tengo el dinero. Sino, con gusto, porque yo sé lo que es publicar, sé cuánto se gasta y la verdad es una tragedia, o un acto de heroísmo, publicar en el Perú.
-¿Y no tienes nada?
-Bueno, solo para mi pasaje (tengo dinero pa comprarte, pro prefiero gastarlo en cigarros o tirarlo a la calle, que vendría a ser lo mismo que comprar tu puto libro).
-Entonces devuélveme mi libro.
-Bueno, si se va a poner así, tome su libro.
-Es que yo gasto y la verdad es que quiero recuperar.
-Bueno, si va a publicar para recuperar, creo que está mal. Uno publica por necesidad biológica a veces, pero si va a pensar en lo monetario... espero que eso no altere su forma de creación... (ta que escribes mal y encima cobras, no jodas pes huevón)
-No, yo no necesito dinero, yo vivo de mis rentas. Tengo dos departamentos.
-Ah, muy bien por usted (que te cache un burro).
-Dame mi libro.
-Tome. La verdad es que si tuviera dinero, no le compraría el libro. Usted no me cae bien.
-Todos tenemos nuestras percepciones, cada quien hace las cosas a su manera.
-(Muy bien concha tu madre) Ok.

Le devolví el libro. Pero a lectura veloz alcancé a leer unos poemas. Todos hastas las huevas. La verdad es que no sé cómo la gente no se da cuenta que escribe huevada y media y se hacen los poetas. Yo no escribo tan bien, por eso no publico, no gasto mi plata.

Al terminar el recital. Algunos se acercan al "escritor" y le piden que firme el libro que les acaba de embaucar. Oigo que algunas viejas le dicen: "Usted escribe muy bien". Entonces pienso que tanto la música como la poesía, tienen su lado asqueroso. Cada público se merece a los poetas que tiene. Yo no sé qué mierda hacía allí todavía, esperando ver qué pasaba. Nada.

Para mi casa tendría que tomar un bus. Ir parado una hora. No jodan. Pero salgo, camino por la avenida Brasil, me detengo en un paradero. El cielo anda nublado, como siempre, las luces amarillas de siempre, siempre la Plaza Bolognesi, el ruido imperceptible de tránsito, al que todos ya nos hemos acostumdrado, y la Asociación de Ciegos del Perú. Te extraño, regresa.

8 may 2010

Tres textos, tres y tres

Algunos escritos que nacieorn después de ver un documental de Miguel de Cervantes y de su obra "EL ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha".



I
Sentados a la mesa
nos tomamos de las manos y dos cafés
jugamos a que nos perdemos para nunca
pero lloramos a cucharadas de azúcar
que secamos luego con el hablar de nuestro aliento sumergido
en el mantel de tela cuadrada donde además algún Quijote en busca de aposento
puede jugar al ajedrez y enrocar con la cafetera
para penetrar y dar mate a la taza de café que acaba de beber de tu boca
estimada dama dulcinea de vestido aflorado y tabernera dime todo que recién he llegado.


ii
el gusto es mío si preguntas de dónde vengo
pues de ninguna parte pero voy a todo lugar
en busca de tu pregunta.
no es alarde ni desvarío enjuto de traje sediento
es una verdad que se muestra tal y como vino
sin botones, ni capa, ni zapatos ni aspaviento
es una verdad que apenas se calza sólo seis letras
y piensa que a veces la verdad no es suficiente
sino todo lo contrario a la mentira, sólo eso.




iii
este poema no acierta mi pensar en este momento
donde la rutina lacera las uñas y rasga el recuerdo
del patio con flores, higuera y colores del pino.
este poema encierra lo que no conozco
se burla, acaso con otros se codea y lanza
vituperios guardados después de la mordaza…
-pasa un viento acortinado de lamento-
…después de un mes sin recibir respuesta
de quien tuvo que venir ahora en este momento sin sala mesa regazo beso.

28 abr 2010

Crucificada

Hoy le di un barbitúrico en la bebida
La llevé a mi cuarto, la tiré en el piso
La desvestí
Saqué el colchón de la cama
Armé de improviso un crucifijo de tamaño natural con las tablas de madera
La tomé de los brazos, estaba pesada por el sueño
La puse encima de la cruz
Extendí sus manos
Y le clavé las extremidades a la madera con las palabras que nadie me permite utilizar.

Desde entonces la tengo colgada en mi jardín
Algunos no entienden y llaman a la policía
Otros en cambio hacen eso con sus esposas
Pero no era mi intención influir en la familia nuclear, yo solo quise
que la poesía en la cruz me haga un milagro al tercer día de resucitación.

¿Y qué más?
Tiene una almohada donde reposa la cabeza.
Y por si acaso un letrero encima que dice mi nombre.

25 abr 2010

Un poema que encontré en la calle

La vez pasada vi un poema que caminaba cojeando
Andaba mal de la rodilla
Le dije que le habían puesto mal los engranajes
Pero no me hizo caso
Le vi el rostro cansado
La piel a medio lijar
Las manos un poco mullidas y las piernas arqueadas
El poema siguió su camino
Pero me enojé tanto por el desaire que escupí al suelo
Y tomé mi bate béisbol y le pegué en la corva derecha
La gente me miraba
Me gritaba abusivo de mala entraña
Cobarde mala madre
Pero el poema de repente empezó a caminar derecho
Abrió incluso un poco más los ojos y se estiró como desperazándose
Y la gente dijo que era milagro
Por supuesto que no lo era, simplemente fue un golpe seco.

El poema entonces se hizo amigo mío
Lo llevé al centro de Lima para hablar de otros poemas
Me dijo que varios necesitan del poder de mi bate
Aunque algunos ya andaban desahuciados debido a la pedantería de algunos
Que escriben poemas y los olvidan en los libros que logran editar con editoriales mediocres.

Y así, estuvimos por Quilca, Camaná, Colmena
El poema estaba un poco picado, pero qué diablos
Le presenté un par de prostitutas, se quedó con la más gorda
Fuimos a bailar a un bar de mierda y su rodilla mejor que nunca.
Pero se nos hizo tarde así que apuramos acostarnos con las putas
El poema gimió gritando nombres de mujeres
Lugares y calles que yo no conocía, deliraba de placer.

Saliendo del hotelucho le pregunté al poema por qué aquellos nombres y lugares
Me dijo que con eso andaba por todas partes, porque se había perdido y olvidado muchas cosas
Que tenía entre sus bolsillos algunas ideas que su dueño las había dejado
Que bien pudieron ser para un par de libros y quizás más
Y que yo lo había encontrado y que pensaba si era mejor buscar a quien lo escribió
O meterse en mi cuaderno de apuntes, que él no diría nada.
Obviamente que de inmediato le pegué con mi bate de béisbol en la cabeza
Cayó como una costal de cuentos de final feliz
Lo metí entre las hojas de un cuaderno viejo y lo encerré en mi mochila.

Desde entonces ando despostillando cabezas y rodillas por el centro de Lima
Para ver si algún poema perdido se arregla y me ayuda con eso de tener que escribir
Y no sufrir toda la noche porque los poemas no caen en la trampa de pájaro
Que siempre pongo cada noche encima de las hojas en blanco como ésta.

22 abr 2010

Días raros

TIC
Hoy anduve por Wilson y vi a un gringo caminar con un extraño tic. A cada paso volvía la cabeza y parecía mandar besos a la persona que caminaba detrás de él. Y en cada 5 pasos, levantaba la rodilla izquierda, como marcando el paso en desafile escolar. Así, lo vi desde Paseo Colón hasta la Av. Bolivia. El gringo entró a un centro comercial. Antes, quería sacar mi cámara fotográfica, pero pensé en que me comportaría como idiota. Es un defecto físico, si yo tuviera alguno, no me gustaría que me anden fotografiando como si fuese un espécimen raro y en extinción.

Recuerdo que no es el único tic raro que he visto. Hace años, un compañero de clase, tenía un defecto físico que le hacía levantar la mano derecha, haciendo puño, como si fuera a darle un puñete al que se pusiera frente a él. Varias veces, incluso en presencia mía, algunos se asustaron, o se pusieron en guardia, según sea el carácter.

BOLETO
En el micro de regreso, los cobradores suelen entregar boletos a las personas que pagan el pasaje. Estos pequeños papelitos son el comprobante que pedirán luego los controladores para saber si pagamos o si somos unos conchudos de mierda. Bueno, el asunto es que algunas personas tienen una manera extraña de conservar este boleto. Algunos lo doblan en 3 ó 4 partes y lo meten entre el dedo y el anillo. Otros, lo meten entre libros que leen en el camino. Algunas mujeres lo meten en sus bolsos. Otros en su mochila o morral. Otros entre su muñeca y su reloj. Otros en el bolsillo de su camisa, en el bolsillo de sus pantalones (delantero, trasero o secretero). Otros en su billetera, algunas en su monedero. Otros simplemente cruzan los brazos para dormir y ponen el boleto doblado entre sus dedos (digamos entre las falanges del dedo medio y anular), para que el cobrador no los moleste con eso de "pasajes y boletos a la mano".

Y así, otras formas más extrañas. Pero hay casos extraños de gente distraída que no saben dónde guardan el boleto, porque al momento de subir el inspector, simplemente nunca lo encuentran. Algunos de estos hombres extraños, pagan otra vez y tal vez tres veces más.

VEREDA
¿Se han topado con una de esas casualidades de la vida donde caminan y ven a una mujer atractiva y empiezan a seguirla solapadamente hasta cierta esquina con el fin de contemplarla? Bueno, la mujer sigue su camino, parece darse cuenta, pero se hace la que no. Entonces caminas lento, dejas que ella vaya adelante y te haces como si no te importara. Pero llega el momento de la despedida. Ella lo sabe también. Cruzas hacia la otra vereda y ella voltea de reojo y se despide estoicamente. Ambos piensan en si debieron tenerla iniciativa para decirse algo y cambiar el curso de la historia de la humanidad.

LIBROS
Hay un librero en el jirón Quilca que tiene en stock, sin exagerar, miles de libros. La mayoría son viejos, de segunda o tercera. Algunos tienen el sello de CORTESÍA en la primera página, otros el sello de determinada BIBLIOTECA, otros tienen firmas de sus dueños, algunos hasta tienen dedicatorias de los autores (en su mayoría desconocidos). Bueno, visité otra vez a ese librero. Ahí se tiene que escarbar como buscando tesoros en la playa o en un jardín de abundante yerba mala.

En esta ocasión hallé una "Antología de poetas cubanos", una compilación de artículos de La República, sobre el terrorismo de los 80', "El eterno marido" de Dostoievski, "Erotismo y liberación de la mujer" de J. L. Aranguren y "La revolución cubana. Un testimonio personal", de Ciro Alegría. Dejé algunos escondidos para comprarlos mañana, "Segunda parte del diario personal de Ribeyro", "Ensayos sobre comunicación y capitalismo", y un libro (cuyo nombre no recuerdo) de Luis Alberto Sánchez.

A la salida me regalaron un periódico anarquista y todo me costó 25 soles. No sé de dónde apareció el dinero. Saliendo me crucé con una poeta, fui al bar Queirolo, me crucé otra vez con la misma poeta y como en el bar todavía no empezaba un recital donde también participaría Enrique Verástegui, pues decidí no esperar y me fui. En el camino pensé en escribir estas cosas. Ya las hice. Punto final.

21 abr 2010

No hay que dejarse vencer (No es un texto cojudo de autosuperación)

No hay que dejarse vencer por un poema.
No hay por qué ni para cuándo o para siempre.
Un poema es sadomasoquista, lesbiano y barato
Prostituto de corte militar en la San Martín y borracho a medio vestir de Quilca.

A un poema hay que amarrarlo a la cama
Decirle una que otra lisura y soltará el culo.
A un poema hay que darle un par de azotes
Para que deje de joder tanto y empiece a dibujarse en esa hoja de mierda.

A un poema hay que amarrarlo a un poste
Echarle un poco de gasolina y amenazarlo de muerte
Mostrarle de vez en cuando un fósforo encendido
Un cigarro, o el mismo rostro encendido de rabia para que nos tenga miedo.

A un poema hay que sorprenderlo de espaldas
Tomarlo de la nuca y presionar sobre su sien derecha
Una pistola de grueso calibre, una que haga mucho ruido al dispararse
Por si acaso probar la pistola antes de usarla y ver cómo el poema se caga de miedo.

A un poema hay que drogarlo, hablarle como amigo
Y en el instante menos esperado meterle tranca
Petarle la barriga y la cabeza hasta que sangre
Orinarlo luego, luego patearlo otra vez
Para que no joda tanto y se dibuje en esa hoja de mierda que jode con su puto color blanco.

No hay que engreírlo, desde el inicio el principio de autoridad
Desde el inicio enseñarle una manguera cortada, un fierro caliente
La hebilla de la correa, los puños listos, el escupitajo a media lengua
No hay que dejar una rebelión que luego se venga con eso de los derechos líricos.

La licencia la tenemos hermanos, insomnes, tensos, ambiguos seres humanos
Tenemos incluso la obligación de poseerlo en algún rincón de casa
Encadenado como loco, a pan y agua, arroz y comida de perro chusco
Así, condenarlo a la vil servidumbre y maltrato. No hay que ponerse sensibles.

Y luego, luego la hoja en blanco lo mismo, debemos escribir
Con la mano que más usamos y con la otra ir quemando papeles en la vela
Para que también la hoja en blanco no joda tanto y sin cobrarnos esfuerzo
Adquiera el talento heredado de muchas hojas y muchos árboles que muchos poetas han visto.

19 abr 2010

¿En qué gasto mi plata?

I
Trabajo por el centro de Lima. Recorro todos los días la ruta Los Olivos-Centro de Lima. Es decir: transito la avenida Palmeras, la Panamericana Norte, Alfonso Ugarte, 28 de Julio y bajo en el cruce con la Av. Wilson (O Arequipa). Salgo a las 6 de la chamba, pero a veces me quedo hasta más tarde, no porque me guste el trabajo sino porque le tengo miedo al tráfico. Y así, me quedo hasta que la secretaria encargada de la llave me bota de la oficina para cerrar.

Si es que salgo tarde camino un buen rato por la avenida Wilson, hasta Quilca, para pasar por los libreros y revisteros (también por los bares antiguos, los grupos de punk, góticos, metaleros y vendedores de marihuana). Si tengo plata, no puedo evitar quedarme solo con algunas monedas para regresar a casa. A veces me he quedado a las justas con S/.1.20, el pasaje exacto que te cobran en la 73, El Rápido o la 47.

La última vez que caminé por este jirón, fue para tomar algunos tragos con unos amigos de universidad en el bar de Ciro (en realidad se llama Don Lucho, pero prefieren llamarlo como llaman siempre al mesero, para pedirle una más y nos vamos). Pero aquellos amigos nunca llegaron. Mientras los esperaba fui a chequear algunos libros viejos, de un casero conocido. Rebuscando, hurgando y husmeando, logré hallar un librito que llamó de inmediato mi atención. Se llamaba “Los ojos de Picasso”. Era un libro publicado por la UNESCO, que trataba de un análisis sobre la manera en que Picasso pintaba los ojos en sus innumerables pinturas. Ciegos, virolos, miedosos, perdidos, todos ellos retratados por el genio español.
El libro contenía imágenes diversas y estaba impresa en papel couché, buena impresión, en buen estado. La edición era italiana y era de 1970. Ya pues, habría que usar una técnica para comprarla.

Como se trataba de libros apilados al azar. El asunto es coger uno y preguntar. Cuando se tiene el libro deseado, se le muestra al vendedor. Éste si es un poco culto, sabe si es libro es valioso o no, según el tema y autor. Pero si no sabe mucho de libros, sólo mira el estado del mismo y el número de páginas y les pone precio según la pinta que tengan. Así que apliqué la técnica que aprendí con los años de universitario.

Busqué otro libro, uno que más o menos me interesara. De preferencia uno viejo y no tan bien conservado. Y lo hallé: “Saber y dialéctica”, del Dr. Bogumil Jasinowski, profesor de la universidad de Chile, año 1957. Bueno, lo cogí y lo llevé al vendedor. Para sorpresa mía, no estaba (yo lo conocía, es un chato de unos 45 años que sabe lo que vende, de veras) y solo miré a dos mujeres de unos 24 años. Como no soy un adonis, ni nada de eso, nunca intento coquetear (además mi Negra me mata si se entera), así que decidí aplicar la misma técnica, digo, consideré que las jóvenes iban a ser más suspicaces e inteligentes.

Llevé el “Saber y dialéctica” para que me digan el precio. Al parecer no me hicieron tanto caso porque se estaban atragantando con un sabroso anticucho que llegó de la calle al mismo tiempo que mi pregunta. “8 soles”, me respondió una de ellas, la que acababa de tragar un pedazo de corazón a la parrilla. Muy bien, ahora faltaba el otro. Con cierto tono de desprecio, pregunté por el libro de Picasso, así, agarrándolo de la punta, como si despidiera un hedor. “5 soles”, me respondió la otra. Juntas parecían uno de esos monstruos mitológicos de dos cabezas, que estaban devorando algún mancebo recién sacrificado.

De inmediato pregunté si era posible llevar ambos libros a 10 soles. “Ya”, respondieron al mismo tiempo y siguieron con lo suyo. No resultó tan difícil. Pagué de inmediato y los dejé ahí con su anticucho preparado de corazones de jóvenes vírgenes.

Cuando supe que mis amigos nunca llegarían, me fui a la Plaza San Martín, me senté en una de las bancas hechas de mármol. Me vi rodeado de varios putos y viejos que conversaban sobre política, pero igual, ya estaba acostumbrado a ese mundo, yo soy ex alumno de la universidad Federico Villarreal, la mejor universidad del Perú para aprender la realidad de la calle. Me puse a leer.

II
Bueno, el asunto es que ya es mitad de mes y me he quedado a las justas con el dinero para pagar el alquiler, la comida y los pasajes. Ya no puedo darme algunos gustos, como el que me doy cuando paso cerca de las 10 de la noche por la Plaza Bolognesi. Por allí pululan algunos ambulantes que te venden celulares robados, zapatillas de segunda, candados, revistas porno y lo que siempre busco: viejos casetes.

La vez pasada, después de terminar una chamba bien estresante (debido a que tuve que darle gusto al cliente y hacer una mamarrachada que él imaginaba como genialidad), bajé por este lugar y me tropecé con uno de esos vendedores que expenden sus novedades sobre un plástico tendido en la vereda. Para mi suerte vi casetes y para mi mayor fortuna vi lo que pocas veces he visto en mi corta vida de comprador ilegal. Allí estaban, tres casetes originales y juntos: Chabuca Granda, Lucha Reyes y Los Chalchaleros.

El vendedor me los ofreció al ver mi interés (Hice mal, porque nunca debo mostrar interés con este tipo de vendedores, sino te asaltan con el precio. Y si tienes cara de cojudo, te asaltan literalmente), y como ya la había cagado, le pregunté por el precio. “A 3 soles cada uno”, me dijo. Pensé que era un buen precio, pero tenía que negociar. “Rebaja pes amigo”, dije. “Ese es su precio compare, son originales, así no más no vas a encontrar”. Es cierto, aunque me lo dijo mecánicamente. Así no más no los iba a encontrar. No.

Luego de verlos, chequearlos y olerlos, pensé en que sí me alcanzaba el dinero y que valía la pena, pero no quería claudicar. “Dos soles pes amigo”, le dije, adoptando una pose achorada. El ambulante de pelo escrespado y sonrisa cachacienta me miró y de reojo respondió: “Ya, pero al toque, que viene serenazgo”, me dijo finalmente. Entonces era el hombre más feliz del centro limeño. Todo el smog era el más puro oxígeno y el ruido del tráfico era una melodía de Franz Lizst.

Así, ya estaba todo listo. Solo faltaba que metiera mi mano derecha al bolsillo. Pero algo en mí, mi voz interior, mi ego, mi resentimiento incaico por todos los muertos de la conquista española me dijo que debía seguir con el enfrentamiento mercantil con el ambulante. Verifiqué sus debilidades y al toque mi boca desbordó una frase que le dio la final estocada: “Amigos, los pruebas por favor”, le dije con una seriedad que no habría podido quebrantar un terremoto de 30 grados, con aluvión incluido. El ambulante, que ya me estaba cayendo simpático (debido a que lo miré totalmente controlado), no tenía alguna radiograbadora o walkman antiguo para probar la mercancía y sólo alcanzó a decir: “No te pases pes compare, no tengo pa probar”. “Bueno, pucha, cómo hacemos ahora”, respondí en el acto. “Están bien compare, siempre también me traen a mí”, dijo como pidiendo clemencia.

Ya vencedor, con la bayoneta arriba y con la bandera en el lugar de la bandera enemiga, le dije: “Los 3 a 5 soles”. El hombre, el rey de la Plaza Bolognesi, no tuvo otra que coger los tres casetes y entregármelos. Yo le pagué con 3 monedas de sol y una de 2 soles. Listo. Todo estaba consumado. “Otro día me doy una vuelta, a ver si me traes otras novedades”, y me fui sin esperar a que respondiera. De seguro maldecía a toda mi generación y todos mis ancestros y toda mi descendencia.

Bueno. El asunto fue que me fui contento. Esos tres casetes valían más que mi celular. Sin duda. “Así no más no vas a encontrar”. Cierto. Así no más no encontraría esos casetes. Al llegar a casa puse el de Chabuca, canté “Fina estampa”, “La flor de la canela” y “Puente de los suspiros” con un ímpetu que de seguro despertó a mi casera que acostumbra tomar un par de barbitúricos antes de dormir. Era mi día. Y me reí de un amigo que me dijo: “¿Qué haces con tanto casetes, por qué no los botas, si ya hay mp3?”. Imbécil...

15 abr 2010

¿Extorsionadores? No gracias, ya tenemos.

Chiclayo, lunes 12 de enero. 2:30 PM. El bibliotecario Nolberto Contreras disfruta de una siesta después de almorzar, pero es interrumpido por el ruido estruendoso del teléfono. Todavía un poco somnoliento contesta.

-¡Aló?
-Hola. ¿Sr. Nolberto?
-Sí, él habla. ¿Con quién tengo el gusto?
-Oiga, ¿usted quiere a su familia?
-¿Perdón?
-Si quieres a tu familia concha tu madre.
-Bueno, sí… aunque, digamos, en mi familia somos tantos.
-¿Eso qué significa?
-¿A usted qué le importa, quién es usted?
-No te me pongas malcriado que tu familia puede pagar muy caro…
-¿Es usted de algún banco?
-No, cojudo, soy un extorsionador y si no me das 30 mil soles hoy día, tus hijos y tus padres van a pagar muy caro por sus vidas. ¿Me entiendes, no?
-O sea, ¿si yo no pago ellos pagarán? Pero si están peor que yo. No tienen dinero, menos mis padres. Usted sabe, los jubilados y la 19990, como que no les favorece, no hay justicia para los que trabajaron muy duro para…
-¡No idiota!, si no pagas, ellos pueden sufrir un accidente.
-Ah, ¿es usted vidente o algo así?
-Oe, ¿te haces el tarado? ¡No juegues conmigo!
-Es que usted no habla claro, señor extorsionador.
-Mira, empecemos de nuevo.
-O sea, ¿volverá a llamar?
-¡No carajo! Vamos por partes. Para empezar, ¿hay otra persona por ahí que pueda contestar el teléfono?
-No. Aunque a mi perro le he estado enseñando a ladrar en el auricular, usted sabe, por eso de las emergencias. ¿Ha visto Animal Planet? Pues debe verlo, hay perros que salvan vidas y este ha aprendido algo. ¿Quiere oírlo?
-No, no me interesa tu maldito perro. Te lo repito de nuevo y más claro: si no me entregas los 30 mil soles que te pido, hoy mismo, yo y mis amigos le haremos daño a tu familia y también a tu maldito y entrenado perro.
-¿Y por qué a mí no?
-Porque no nos da la gana imbécil. Además, si te hacemos daño, ¿a quién le cobramos?

Pequeño silencio de 5 segundos y 3 milésimas. Afuera un perro ladra, suena un claxon, un aprista roba. El extorsionador hace un gesto y se mira en el espejo y piensa: “Carajo, los extorsionados ya no son los de antes”. Entonces Nolberto continúa:

-Bueno, creo que ya entendí, pero que hay un pequeño detalle.
-¿Cuál?, no me digas que no tienes el dinero, porque de ser así, tu familia…
-No, sí tengo el dinero, pero son para otros extorsionadores. Mire usted, la semana pasada llamaron la banda de los ‘40 Malos’ y dijeron que ya estábamos matriculados con ellos. Es más, no me dieron un día, como usted, sino una semana. Al menos alcanzó para juntar.
-¿Los '40 Malos’? Pero si les dije que este era mi territorio.
-Bueno, señor extorsionador. No se ofenda, pero ellos me trataron mejor y además me prometieron cuidarme de otras bandas de extorsionadores. ¿A qué banda pertenece usted?
-¡Eso a ti no te interesa!
-No sí me interesa, porque el de los ’40 Malos’ criticaban a otras bandas y les pusieron apelativos muy chistosos. Jejeje.
-¿Ah, sí? ¿Qué dicen?
-Bueno de los ‘Buldog’ dicen que más parecen ‘chanchos cachetones’, porque todos ya están pasados de colesterol. De 'Los Tigres’ dicen que son unas gatitas en celo. De los de la ‘Jauría’ de Leoncio Prado, dicen que son una sarta de locas y que prostituyen a sus esposas. Y así. Por eso, le preguntaba a qué banda pertenece usted.
-Así que gatitas, ¿no? Ya se jodieron.
-Pero señor, no le vaya a decir que yo les dije, ¿ok?
-…
-¿Aló, aló?

Se oye que cuelgan el teléfono.
Al día siguiente:


-¿Aló?
-Aló, ¿señor Nolberto?
-Sí, él habla, ¿en qué lo puedo ayudar?
-Soy de la banda de los ’40 Malos’, ¿ha escuchado de nosotros? Pues le traigo noticias. Si usted hoy no me da 25 mil soles, mataré a un familiar suyo.
-¿Extorsionador? No gracias, ya tenemos.
-¿Cómo dice?
-Sí, ayer me llamaron 'Los Tigres’ y me dijeron que yo pertenezco a su territorio.
-¿Eso dijeron?
-Sí, y además que los ’40 Malos’ se ponen en 4, cuarenta veces, y son malos, pero para disparar.
-O sea que 'Los Tigres’ quieren guerra…
-Bueno señor, no les vaya a decir que yo les dije, por favor…
-…
-¿Aló, aló?

Al día siguiente, en el quiosco de periódicos.

Chiclayo se tiñe de sangre
MUEREN 24 EN TERRIBLE BALACERA
Delincuentes se enfrentan por territorio y termina en masacre que conmociona a ‘La ciudad de la amistad’. Banda denominada ‘Los Tigres’ y ‘Los 40 Malos’ se disputaban una esquina comercial, extorsionado a los empresarios de la zona. Policía no descarta lío de faldas, porque según los vecinos, los delincuentes mencionaban constantemente nombres de mujeres.

Más información, mañana, con espectaculares imágenes de los cadáveres en plena avenida Leoncio Prado.


Golpe de suerte
BIBLIOTECARIO CHICLAYANO GANA LA TINKA
El ciudadano Nolberto Contreras de 48 años, gana el premio mayor de la Tinka. Un chiclayano más se pone a la altura de los más prominentes millonarios del país.

30 mar 2010

Melena de león

Los leones son animales salvajes provenientes del África, de Asia y de uno que otro zoológico que cría leones en cautiverio. Se les llama también el “Rey de la Selva” por su fuerza, temor y respeto que inspiran entre los demás animales. Pero hay algo que no saben muchos naturalistas como Edward Lock, ni mucho menos los reporteros de Animal Planet. Se trata del origen de la melena de estos animales de garras y mandíbulas poderosas.

En los años 60, cuando EE.UU. invadía Vietnam, surgió una corriente de pensamiento juvenil que proclamaba la paz, el amor a la naturaleza y al amor al prójimo. Se trataba del movimiento Hippie. Los hippies eran jóvenes inspirados, en su mayoría, por el pensamiento oriental, el budismo, el induismo y una que otra obra literaria escrita por el autor del momento: Tomas Mann. Así, muchos jóvenes salían a protestar contra la guerra y proclamaban el amor, la paz, la hermandad. Una de sus frases conocidas fue: “Haz el amor y no la guerra”.

Por aquel entonces, las películas de Tarzán ya habían pasado de moda. Pero las personas todavía llegaban al África en busca de aventuras y contacto con la naturaleza exótica. Entre aquellos turistas había muchos hippies, hijos de ricos, que llevaron esa moda por allá. Así que los leones se interesaron. Adoptaron ciertas costumbres. Algunos ya no mataban cebras ni antílopes, y preferían comer algunas frutas caídas. En casos extremos, solo comían los restos de animales muertos por otros animales, como el tigre. Así, muchos leones jóvenes se unieron a esta corriente y se dejaron crecer las melenas. Además adoptaban algunas poses, se adornaban con cintas y hacían el amor con unas leonas más que dispuestas por el buen genio que habían adoptado la nueva generación de leones.

Hasta que vino la depresión. Una sequía interrumpió esa época de paz. Los prados y valles se secaron. El Serengueti lucía con un parecido al del Sahara. Las frutas ya no caían y el agua escaseaba. Debido a esta crisis, los leones viejos retomaron el control de las manadas y golpearon a los leones hippies, quienes andaban echados, diciendo que esa crisis era el deseo de la naturaleza y que se debían resignar a los designios de la madre tierra. Pero los viejos se enojaron aún más y atacaron a los principales hippies. Les quitaron las ropas regaladas por los turistas ingleses, y hasta echaron a muchos de la manada.

Los viejos reconstruyeron otra vez la sociedad de leones, añorada en silencio por algunas leonas ortodoxas. Y empezaron otra vez con la caza de cebras y antílopes; recorrieron noche y día para comer y mataron a mansalva. En el transcurso del camino hallaron a los leones jóvenes, muertos, flacos, por inanición. Lo curioso para todos los leones de la manada, fue ver un rostro sereno en cada león joven que había adoptado ese pensamiento.

-Serán enterrados –dijo uno de los leones viejos-. Aunque tenían buenas intenciones, debemos darnos cuenta de que la naturaleza también es no morirnos sino hacer lo posible para sobrevivir. Y si nos han dado estas garras y dientes para comer, las usaremos.

Uno de los leones jóvenes que habían sido reprimidos, dijo:

-Pero, ¿podemos conservar al menos las melenas?
-No queda mal, ¿no? -dijo el león más viejo, mientras se desataba una cola de cabello y se peinaba con la dirección del viento.

A los pocos años, el movimiento hippie fue derrotado en el mundo, como era previsto (como decía Marx en su postulado sobre las tesis y antítesis), por otra corriente. Se trató del movimiento glam, amariconado y escandaloso de algunos rockeros que proclamaban la desobediencia y el alpinchismo. Eso, sumado a que EE.UU. inventó en los laboratorios, una poderosa enfermedad infalible para matar hippies promiscuos. Desde entonces todo es paz y armonía en el mundo. Y los leones bien ahí con su melena.

23 mar 2010

Cinco

I
Las condiciones son estas:
Tú vives, yo te amo.
No te pido más.
Ah, no hagas ruido al sorber la sopa.
¿Sabías que así empezó una guerra por el Mediterráneo?

II
Mi concepto del amor:
"Llega temprano a la cita
para no esperarte en medio de la calle
intentando pintar una cebra gorda
a punto de comerse el color ámbar del semáforo".

III
Pienso:
"La noche existe, solo si se declara incapaz o culpable de algo
relacionado contigo y tu manera de no estar presente
cuando me digo que es el último cigarro y el último respiro
al asfalto, a la luz, a la sombra que parece traerte".

IV
Estas son otras condiciones:
"Si quieres que te ame como no tienes idea
tráeme la cabeza de Kant sobre una batea de Ariel
y haz que dos palabras dancen
al ritmo de las hojas secas.
(De sauce si se puede)
No te pido más.
Ah, no hagas ruido cuando calles.
¿Sabías que así empezaron las contrarrevoluciones en las plazas?".

V
Martes.

22 mar 2010

Mi ángel guardián

Mi ángel guardián fuma. Se toma unos traguitos con otros ángeles guardianes en el centro de Lima y llega tarde a casa, llega por el tragaluz y a veces hace mucho ruido. La vez pasada lo sorprendí atascado entre las púas de la pared trasera, había escalado un poste. “¿No pudiste volar?”, le pregunté. “¿Acaso tú manejas borracho?”, me replicó de inmediato y se fue a dormir en el segundo nivel de mi camarote.

A veces pienso decirle que no necesito de sus servicios, que es en vano, que nunca está conmigo. Pero pienso en mí mismo y recuerdo cuando andaba desempleado. No le deseo lo mismo. ¿Qué haría un ángel guardián desempleado? Nada. Quizás andaría buscando algún trabajo de mensajero, tal vez se dedicaría a eso de la publicidad y volaría llevando carteles como lo hacen ahora las avionetas. Pero no, no le deseo eso.

Lo recuerdo cómo era antes. Bien apegado a su trabajo. Andaba defendiéndome de los grandulones, les decía que yo era inteligente y que si no me golpeaban les enseñaría en los exámenes. “Chócala entonces”, le decían los grandulones y yo, normal, ni sí, ni no. Siempre terminaba primero mi examen y lo dejaba circular por toda la clase, hasta que regresaba a mis manos y extrañamente no todos sacaban la misma nota. Pero la mía era la mayor. Mi ángel, entonces, me guiñaba el ojo, como si hubiese interferido en algo.

Cuando hacía deportes, mi ángel guardián (asignado por la Confederación de Ángeles para Sudamérica, durante las épocas de violencia interna) llevaba una serie de medicamentos sin etiqueta, todos eran líquidos transparentes. Solo las rociaba hacia mis heridas o dolores y hacía que se confundieran con mi sudoración, como para que nadie se entere que tenía una ayuda extra. Así, llegué a no tenerle miedo a los choques, caídas, cabezazos y demás celadas de cualquier deporte. Salvo el ajedrez.

Con el ajedrez, mi ángel se dormía. A veces sospecho que mi apegado vicio por aquel tablero, hizo que mi ángel descuidara su labor. Cabeceaba el aire, estiraba su cuerpo, se desperezaba cual nube nimba y pestañaba pesadamente. Era evidente que se aburría. Incluso nunca quiso aprender a jugar. Así fue hasta que el dije que, si quería, se fuera a dar una vuelta por ahí.

Entonces, cada noche, me batía sangrientamente con mis hermanos en duelos que duraban incluso toda la noche. Mi ángel llegaba cada vez más tarde. Ganaba, perdía, empataba y mi ángel a veces llegaba de amanecida, al principio no noté que llegaba ebrio; pero luego, al expeler humo de cigarro y cerveza en cada aleteo, pensé que era inevitable, normal, común. Además era mayor que yo y se merecía una que otra distracción.

Ahora pienso en que debí decirle algo. Quizás conversar con él. Decirle que el trago no conduce a nada, o conduce a todo, o conduce a todo que finalmente termina en nada. No sé. ¿Quién era yo para dar consejos a un ser asignado por la Confederación de Ángeles para Sudamérica? Además, la violencia interna ya no estaba plagada de atentados o muertos, o secuestrados por el gobierno. Como que tenía un escudo poderoso ante ningún ataque. Un paraguas ante nada de lluvia. Mucho parlante para ninguna pollada.

Y así, llegaba cada vez más tarde, más borracho y más silencioso. Más hedor. Más incomunicación. Hedor. Silencio. Sus alas, a veces mojadas, por lo que tenía que escalar el poste de la vereda y saltar los alambres de púas. Además ya no me acompañaba a los paraderos, ni al mercado, ni a comprar el pan en la esquina. Ahí estaba entonces, un ángel perdido en sí mismo.

Llegué a prestarle algunos libros. Quizás andaba enamorado. Le presté todo Flaubert, luego todo Sartre, todo Vargas Llosa, luego todo Bolaño, todo Bryce, todo Borges (con este último se llevaba muy bien). Pero creo que no fue para bien. Conoció a otros ángeles (tal vez iguales y con los mismos problemas) en el centro de Lima, me dijeron que empezó a fumar marihuana, que se subía sobre las mesas a predicar sobre la poesía de los 50, que maldecía a la generación del 2000 y que aducía que pronto regresarían las épocas revolucionarias y todo ello empezaría con la literatura. Hasta que sus otros amigos ángeles (quienes trabajaban custodiando a comerciantes que viajaban constantemente en ómnibus) lo llevaban en hombros, volando sobre Lima, chocando con uno y otro edificio.

Una vez, me contó uno de esos ángeles, que tal fue la borrachera de una noche que después de orinar sobre el ángel de la pileta de la Plaza Mayor, y ser perseguido por una horda de veinte agentes de serenazgo de Lima, terminaron sobre la azotea del hotel Crillón y entonces mi ángel guardián despotricó contra mí, y contra todos los “protegidos”, que qué nos creíamos, que por qué debían cuidarnos, que por qué no tenían propia vida, y demás reclamos que hicieron pensar a más de un ángel. Esa noche se quedaron dormidos y despertaron porque un par de gallinazos los orinaron desde las alturas, riéndose de tal hazaña. Fue el día en que llegó y tocó con fuerza la puerta. Al abrirle entró casi a empujones sin saludar siquiera y subió a mi habitación. Por el mal olor, yo preferí dormir en la sala.

Desde aquel día, he pensado en que mi ángel debe hacer lo que quiera. No sé. Si le digo algo será algo así como: “Puedes hacer lo que quieras, venir cuando quieras y no le diré a nadie de tus superiores. Más bien, ¿dime qué les digo si es que vienen a buscarte?”. Supongo que entenderá mi posición y se dedicará más tiempo a liberar a todos los ángeles guardianes de la tierra… bueno, aunque sea a los ángeles de Lima… aunque sea a los ángeles asignados por la Confederación de Ángeles para Sudamérica en épocas de violencia. Total, ya no había violencia y todos se merecían tomar algunos tragos con sus amigos en el centro de Lima.

15 mar 2010

Cansado

Hay días en que uno se siente verdaderamente agotado, como si hubiese cargado el día anterior el planeta sobre el hombro derecho. Mejor, como si hubiese cargado a Atlas mientras cargaba el planeta, después de cambiar el hombro izquierdo por el derecho, y es más: después de cargar el planeta, hacer la luz y no descansar los siete días, cómo sí lo hizo Dios, ya que él sí estaba en planilla y gozaba de esos beneficios divinos.

Hoy es uno de esos días, en los que por culpa de ese cansancio piensas en que si vale la pena vivir, o desvivir, o hacer hora, o vivir para imaginar que vives, o imaginar que importas o imaginar que le importas a alguien, o imaginar que de verdad esta cosa que tenemos y que nos mueve de verdad es importante dentro del infinito que sigue su curso lento, hacia un hoyo negro.

No sé. Quizás es solo lunes, aquel día que Garfield odiaba, también aquel día que odiaba una niña estadounidense, aquella adolescente que mató a varios niños con su escopeta cual si fueren patos o venados... y solo porque era lunes y porque no le gustaban los lunes (I dont like mondays). Quizás es solo lunes y no sería poco. Quizás porque mañana es martes y eso es peor, ya que sabremos que pronto vendrá otro lunes, o peor aún, será domingo y querremos que nunca termine, sabiendo angustiosamente que terminará y será otra vez lunes, otra vez todo insignificante y otra vez buscaremos el arma para matar patos bajo el universo infinito en que vivimos, porque amanecimos cansados, odiando a todo el mundo, odiando a sí mismo, a todos, a la escritura.

Bueno, ya será martes. Quizás la esperanza que queda a veces es pensar que moriremos, quizás no. Quizás ya pasará, el amor hace olvidar, la preocupación hace olvidar, una llamada de mamá también hace olvidar, la nostalgia también hace olvidar, el deporte también, todo eso distrae... pero carajo, será lunes otra vez y otra vez el inicio de esta mierda de semana que me pudre, que me mata uña por uña, que me jala los cabellos con un viejo peine, que no me deja dormir, que me hace extrañar, que me hace desear el regreso a la niñez, cuando mi única preocupación y angustia se resumía en un sábado cualquiera, cuando me ordenaban limpiar mi dormitorio. Entonces solo por eso odiaba a mi madre, y querría el suicidio, para no darle gusto a nadie, carajo, a nadie. Ya es tarde. Quizás ya es martes. Debo ir a descansar, o a morir, bueno, digamos, un ensayo de muerte, pero un poco más cómodo y con el despertador al lado.

28 feb 2010

¿Por qué no consigo trabajo?

Vacaciones. Terminé la universidad, tengo una profesión, soy joven y además hasta dicen que tengo buena pinta. Listo para el éxito. Pero no consigo trabajo. Debo confesar que nunca me ha gustado la idea de trabajar, y mucho menos la idea de buscar trabajo, que son dos cosas distintas. Digamos que estoy en esa fastidiosa tarea de buscar laburo (como dicen los argentinos) y la verdad ha sido angustiante. Tanto que me cuesta dormir y tanto que me ha forzado a pensar seriamente en estudiar sicología, con miras a poner mi propio consultorio o quedarme internado en algún sanatorio de prácticas preprofesionales. O estudiar filosofía, para ayudarme con esto de engañar a mi conciencia para definir de alguna forma la vida, para que se no se haga tan deprimente o triste cuando apenas cruzo el marco de mi puerta que da a la calle.

Como decía, no me gusta buscar trabajo. Desde hacer colas para dejar el currículo, llevar el terno puesto en el verano, llevar unos putos zapatos apretados, ir afeitado y peinado, comportarme de cierta manera… es decir, toda una parafernalia hipócrita y todos saben eso, desde quien va a entrevistarte, y gana el más hipócrita, o el más sincero, depende de qué huevón estén buscando para explotar.

Luego de la entrega de CV está la espera de la llamada ganadora. Por su puesto, por salud mental, uno tiene que pensar que nunca lo llamarán, sino te vuelves esquizofrénico y crees que justo cuando saliste a comprar el pan, te llamaron para el trabajo pero no estabas y piña, escogieron al otro que estaba a tu lado, ese cojudo que te sacaba en cara que había estudiado en la universidad más cara del país. Bueno, hay que seguir intentando, te dices y te tragas el pan caliente, contrayendo una hinchazón estomacal que no pasa con anís.

Luego te llaman de verdad, es para una entrevista personal, que incluirá examen sicotécnico y sicológico. Te preguntas entonces qué mierda es eso, pero tratas de no decir “mierda”, como para acostumbrarte a responder de buenas maneras cuando te preguntan estupideces como: “¿Cuáles son tus virtudes y tus defectos?”.

Llegas entonces, después de preguntar a todo el mundo por tal calle de nombre extranjero que no sabes pronunciar (por eso nadie sabía). Te piden identificación, es un 5to piso. Un ascensor moderno, las cosas van bien; te recibe una señorita guapa, mucho mejor; el pantalón de la señorita de recepción está tan apretado que no puedes despegar la vista, todo está yendo de maravillas; hasta que llegas, ves a dos señores de 40 años, bien enternados (¿¿¿pero si es verano???). Entonces te dices mentalmente que ya perdiste la primera parte, la primera puta impresión, tu camisita a cuadros de Gamarra y tus zapatos de gamuza a nadie sorprenden. Quieres escapar por la ventana, pero recuerdas el piso en que estás. Habrá que esperar.

Te hacen pasar a una sala. Son 8 en total, dos de ellas mujeres de unos 30 años, carajo, todos son mayores que tú. Les dan un cuestionario de 5 hojas, todas con preguntas como “¿qué figura sigue?”, “¿qué número continúa?”, etc. Todo te resulta sencillo, pero decides ver a tus costados, la gente suda, las chicas tienen los ojos más abiertos que las propias ventanas, y los señores no dejan de agarrarse la frente, en fin, ganará el más fuerte, el más joven, el más ágil, el rey del recurseo.

Pasas, o crees pasar la primera prueba escrita. Ahora, la señorita de pantalón de sastre bien apretado regresa después de media hora y trae consigo hojas en blanco, papel bulky, te dan además un lápiz. Entonces llega lo peor, hojas en blanco, horror al vacío, cultura Nazca, claustrofobia, hace calor, ¿qué hago aquí?, ¿por qué el Papa viste tan caro?, ¿por qué votaron por Alan?, ¿realmente le gana Terminador a Alien? “Señores tienen que dibujar a una persona bajo la lluvia”, escuchas entonces en tono cortés.

Tengo la hoja en blanco, ¿un hombre bajo la lluvia? ¡Indios norteamericanos invocando la lluvia! De inmediato, por supuesto, pienso en Gene Kelly, en Cantando bajo la lluvia. Dibujo lo que sale, alguien parecido a mí, me sale sonrisa retorcida, intento que sus manos se vean alegres, dibujo un suelo y una vereda, me animo a dibujar una casa, otra más, una calle entera, llueve, una nube al fondo, una pareja por atrás protegida por un paraguas, un auto antiguo, las casas tienen ventanas iluminadas y yo ahí, dibujado, mismo Gene Kelly y hasta que se cumple la hora. La señorita avanza hacia nosotros. Veo el dibujo, solo he conseguido un feo retrato mío, con mi propia ropa y mis manos cruzadas, la lluvia es un conjunto de rayas, nada más. Me quitan el papel. Nos dicen que llamarán. Yo esbozo una sonrisa a la de pantalón apretado.

Quizás debo revisar los test sicológicos, quizás debo usar el internet en beneficio propio, quizás el Papa quiere impresionar, quizás debo asaltar Mega Plaza con fusiles AKM, granadas tipo piña y tipo papaya. Por su puesto, pasan dos semanas y no me han llamado. Gene Kelly me ha defraudado. (Felipe R.)

4 feb 2010

Jack el destornillador (inconcluso)


…entonces miró la muñeca grande de su hermana que tenía engranajes de tornillo. Sacó la caja de herramientas y encontró el destornillador estrella que vio usar a su padre. Así, utilizó la misma técnica de su padre y sacó en el acto los tornillos que unían las extremidades de la muñeca. Desde ese memorable momento supo que se convertiría en Jack el destornillador.

Su hermana buscaría pronto la muñeca. Él la escondió encima del ropero para que su hermana de 4 años no pudiera encontrarla, debido a su apenas un metro de estatura. Entonces, de seguro, si es que no se equivocaba, su hermana pondría un anuncio en el periódico que prometía una jugosa recompensa para quien encontrara a su muñeca Martina. Si tal aviso no funcionase, recurriría a la prensa y luego la policía se ocuparía del caso y Jack no tendría más remedio que esconder a la muñeca bajo la tierra del jardín. Sin embargo, mientras la policía no daba con él, con el destornillador, tendría la libertad y licencia para destornillar a otras víctimas. Entre ellas estaba la muñeca de su prima Mirtha, la radio vieja de su padre y un andamio que antes estaba en la cocina, pero ahora reposaba solitario en el patio de juegos.

Jack se apoderó del destornillador. Su padre anduvo buscando esa herramienta para instalar algún interruptor de electricidad para el dormitorio que ocuparía la abuela que pronto llegaría, pero Jack negó todo, su determinación fue incólume y ni siquiera una tortura de amenazas y promesas de, por ejemplo, prohibiciones de salida por meses enteros, hubiesen funcionado (Su padre sólo le preguntó si había visto tal herramienta y Jack dijo simplemente: “No”).

Era definitiva su decisión. Ese destornillador sería suyo, ya estaba seguro de que era una extensión de sus manos, de sus extremidades superiores… y de repente se imaginó a la muñeca, fue a sacarla del ropero y la enterró en la tarde cuando sus padres aún no llegan de trabajar y su hermana sale a comprar el pan con la empleada del hogar.

Fue un acto inmediato. No debía haber huellas, y eso lo hacía más difícil, pero no imposible. Apenas la empleada cerró la puerta, Jack fue a su dormitorio, sacó la muñeca y la dirigió al jardín. Ya tenía un hoyo preparado. Había cavado mientras jugaba con sus carritos que raras veces tocaba. Para que nadie se diera cuenta, tapó el hoyo con un viejo tapete que decía bienvenidos. Así, sacó dicho viejo telar que su padre decía había traído de la primera casa en Monterrico. Cuando vio el hoyo listo y hambriento tiró a la muñeca dentro de él. Claro, primero tiró el torso, luego las piernas y finalmente los brazos. Fue rápido. La panadería estaba solo en la esquina. Cubrió todo con la misma tierra extraída y la sobrando la esparció al pie del viejo pino. Luego extrajo un poco de césped del jardín, cubrió el cuadrante que había dejado el hoyo con la hierba y todo se veía como si nadie hubiera pasado por ahí. Nadie se enteraría en cien años, nadie, nadie y el tapete de bienvenidos le decía a Jack que se había ingresado al mundo prohibido de lo incorrecto, del crimen, del destornillamiento a tornillo frío.

Cuando la empleada llegó, encontró a Jack frente al televisor de la sala. Sus diez años, su cabello castaño, su carita graciosa, sus buenas notas en el colegio y su calmado carácter lo hacían el hijo perfecto, el perfecto niño de barrio, el niño que todos quieren tener. Así, la empleada lo miró conmovida, se le acercó y no pudo soportar darle un beso en la mejilla. Jack a su vez la miró sonriente, enamorándola en el acto. Su hermanita, en cambio, miró extrañada la escena y de inmediato fue a ver si el teléfono tenía algún mensaje que traiga buenas nuevas respecto a la desaparición de Martina. Por supuesto, no encontró nada. Jack entonces puso el canal 79, estaban pasando El Padrino de Puzzo.

13 ene 2010

Una mujer loca


Una mujer loca, con alas sucias
y desvestida de un sueño profundo
se quita del rostro el cartesiano presente
(arrancándoselo con uñas largas y pintadas de negro)
para cantar eufórica que la vida nunca podrá matarla.

Se va en sí misma
-como la poeta que lloró hasta romperse-
se toma la tristeza en sorbos de vino azul
y con las uñas rae el silencio que la encierra.

Llora, grita, pero está sola.
En una celda de recuerdos movedizos
en una celda y sola. Grita. Se destruye
respira solo por los orificios de una angustia de 20x20
(una zaranda templada con una piel de 21 años)

Una mujer loca, de cuerpo amanecido
Se va dejando llevar y caer por la sonrisa que no hace
Y queda dormida encerrada en una barca en el desierto
en una banca de parque, en el cuaderno donde se halló dibujada alguna vez.

Mis enemigos


Mi enemigo es el mar. Mi enemigo es el presente cartesiano de dos paralelas que se juntan debajo de mi cama. Mi enemigo es el sueño prohibido de pensar en ser, sin haber llegado a tiempo siquiera. Mi enemigo es el cielo, con todas sus estrellas y lamentaciones de gente que cree encontrar algo de consuelo en lo eteriano. Mi enemigo es un viejo puente que dibujo por no romperme los brazos con tanto pasado que me apilan los estivales martes de los océanos en curso y de rumbo definido. Mi enemigo es el amor, el odio, el cerebro que ha desarrollado la habilidad de aparecer un elefante adicto a los perfumes que aspira de las nucas durante los semáforos en rojo. Mi enemigo es el nudo de corbata que mi faringe viste mientras camino a decirle a la fuerza centrípeta de mi estómago que todo ha pasado y debemos olvidarlo pronto.

Mis enemigos, todos envilecidos por el falso rastro que deja un aliento tibio cuando me detengo en medio de la carrera de hormiga, en aquella farsa vestida de cemento y ventanas ennegrecidas. (Hoy es lunes, siempre es lunes… los vientos corren desganados.)

Mi enemigo es este sillón, el estado de vivir sin tener que pensar en si vale la pena ver detenidamente, desde la profundidad de un tragaluz, la caída de una pluma que nunca llega a su destino. Mi enemigo es este momento, este párrafo, estos pies, este conglomerado de seres del sexo masculino que vestidos de romanos me segregan hasta ser parte de una especie que acostumbra a salir de su casa para existir, aunque nadie pueda (quiera) verlo.

Invitación

Intento matarme, como saben los que ven un pozo vacío en mi sonrisa:
acabar con aquello que los cobardes suelen llamar vida.
He pensado, incluso, invitar a todos al final de esta comedia donde yo abro los ojos
(para ya no tener la mala costumbre de pensar en qué haré ahora, al despertar,
o después de que una mujer me diga que sí)
y el resto se traslada libre a capricho de Newton.
VENGAN TODOS A LA FECHA CONMEMORATIVA.
No le hallo diferencia entre cumpleaños o día del padre
Navidad, aniversario amoroso, conmemoración de héroe patriótico.
He pensado en matarme o dejar que me maten
porque soy un cobarde a fin de cuentas.
TOTAL, LA MUERTE ES YA NO DESPERTARSE TEMPRANO.
Pensé acabar tirándome al vacío, no, al asfalto. Quizás hoy mismo.
He pensado dejarme caer de la cama
sobre un desfile de cuchillos afilados el día anterior
listos para perforar faquires de siete vidas con toallas sucias en la cabeza mojada.
También atándome sobre la cabeza una bolsa de plástico
y esposarme las manos a mi propia cama.
TOTAL, LA MUERTE ES YA NO HACER COLA PARA PAGAR LA LUZ Y EL TELÉFONO.
Tal vez con un disparo, dejando al alcance un libro
de Arguedas y un cuento de Quiroga
o mejor ahorcándome con una corbata fea, o mi correa de cuero negro
(dejando al lado un libro de autoayuda).
¡Amarrado sobre el dintel de mi puerta, aunque no tenga dintel!
TOTAL, MORIR ES YA NO VIAJAR APRETADO EN UN BUS
POR 80 MINUTOS.

Pero ella… la vida gime encima de mi cuerpo
grita que le diga porquería, por favor
que camine sobre ella, que le ladre ¡¡prostituta!!
La vida me hace fumar el último cigarrillo todos los días
y pasa su revólver de metal helado sobre un cuerpo desnudo
que por no tener un feo lunar, no es mío.
Y entonces apunta sobre mi cara, se burla de mi nariz
me concede el último deseo, yo le digo otro cigarrillo y me lo da
luego me conduce al patíbulo-mi-cuarto
y se le ocurre que mejor me mata mañana como queriendo matarme de miedo
o de cansancio. Espero entonces, sobre la cama, buscando un amanecer
despejado y con ganas de amar a una mujer de pelo castaño para tener doce años.
Y LA MUERTE, PIENSO, UN ESTADO EN LA QUE YA NO TE SUDAN LAS MANOS.