10 nov 2011

Balanza romana

Me pesa el escritorio vacío
y sobre el hombro una palabra con pico de metal
me dice lo que fuimos
en este instante mientras intento cazar tu nombre con atarrayas.

Me pesa la hoja de fondo blanco, los anteojos
una gorra que no poso en la cabeza.

Me pesa el aliento que no recorre
mi espalda y libero un miedo que cabe en una sonrisa que puede despertarte
pero callo para verte dormir.

Me pesa el día en los pies
en la cerviz el cariño esquivado por cada mano tuya.
Me pesa la ausencia de un cielo claro y la teoría de la belleza que desarrollé
mientras jugabas a ser una gota de lluvia pegada a la hoja de maguey.

Me duele en la espalda la carga de un burro viejo
y las hojas en blanco cuando me miras
vuelan como palomas comen palabras como gusanos
para perderse mientras flotan
sobre mi cuerpo sujetado por un grillete de mi cuello de mi gato de mi sala.

9 nov 2011

el tiempo

deberían ponerle cascabeles al tiempo
ello nos daría ventaja para buscar algún escondite
algún refugio que nos proteja de sus burlones pasos en puntillas
de sus amenazas y su peso monumental que descarga en nuestros hombros
mientras caminamos
mientras frente al espejo ensayamos algunas arrugas
constriñendo el rostro
riendo a mandíbula esquizoide que la vida anda en retroceso

deberían darnos la dirección del tiempo
no sólo su rumbo, utilidad o destino
sino su dirección, la casa donde vive
para transar algún acuerdo por las buenas o por las malas
y ver la posibilidad de hacernos viejos en más tiempo
o que la juventud dure lo que dura un año de vejez en el asilo

deberían darnos las coordenadas y un lugar de referencia para llegar y tocar su puerta
decirle que somos de la empresa telefónica o eléctrica y que veninos a reparar las fallas
así de repente lo ataríamos, no sé, a una silla, ventana o a un reloj de péndulo
luego oprimiríamos la mordaza para no escuchar sus demandas razonables
asegurado, amedrentado y confundido por los golpes en la cabeza
le soltaríamos una mano para que firme algún papel en blanco.
el cuerpo textual vendría mientras nos apoderamos del camino de regreso

deberían ponerle cascabeles al tiempo
para huir del peligro que supone
para inventar los antídotos
para tomar un arma
para escondernos y vigilarlo
aprender de él
aprender sus gestos, mañas, movimientos y declararle la guerra
vencerlo y no matarlo
sino decirle que mañana morirá en el cadalso
luego mañana decirle que mañana morirá frente al pelotón de fusilamiento
luego mañana en la mañana decirle que será decapitado
luego mañana en la mañana decirle que mejor la inyección letal
luego decirle que mañana sí por fin
luego decirle que mañana…
…hasta que comprenda.

4 nov 2011

La forma de mi soledad

Le quiero dar forma a esta soledad, pero se me va de las manos, escapa como el aire que intento atrapar haciendo puños por las calles, creando pánico entre los mosquitos que huyen confundidos, por temor a la cruel tortura benedictina: sufrir ala quebrada por pata rota hasta que me confiesen preguntas que se le ocurran a mi autismo premeditado, a mi sobreactuado estado anímico.

Le quiero dar forma a esta soledad, pero la silla grita como un relincho agonizante y la mesa intenta decirme algo, la historia de siempre: mis manos frías, delicadas y carcomidas por las palabras que no digo.

Y muy solo, intento darle forma a mi soledad, pero se desmorona como arcilla cruda y vuelvo a barro, con la columna adolorida y los pies yéndose lejos de este instante de lucha vana contra mi deseo de no ser más el mismo, en este baúl de frases cortas y lloriqueos pagados, donde la voz de alguien se oye clara, pide auxilio y luego calla, como aquello que no existe pese a estar a tus espaldas, a punto de dar el grito que podrá rompernos como vitrales, pero junta –prefiere– la mandíbula en el pecho y tiene la costumbre de “ser” sin ser visto para llamarte.