22 nov 2012

Ayer el camino


Ayer el camino parecía más largo y más camino que nunca.
Por supuesto que determiné seguir, no sin antes aflojar la espada
y asegurarme un abrigo para protegerme de la noche, mas no del frío. 
Entonces recordé tu presencia y el gerundio que más amabas
cuando con el brazo resonabas lo del pensamiento
y lo que deseabas en ese instante y caminábamos
trasladando nuestros cuerpos al ocaso de los mismos.

Ayer caminé sediento. El camino era más camino que nunca
y más frío que siempre y más amargo que a veces.
Me senté sobre una piedra para de vez en cuando
saber que tengo que llegar hacia alguna parte.
Nada, el silencio me tomó del cuello cuando me propuse
hablar conmigo mismo de ti.
Nada, el tiempo se sentó a mi lado, como esperándome
como haciéndome perder el último minuto que nos quedaba
mientras la vida valía ser escalada a peldaño irresuelto.

Ayer el camino era triste y más,
era un conjunto de pasos inconsecuentes, inconclusos
incomprendidos, incomunicados, incorrectos.
A veces pensaba en aquello de que se hace camino al andar
y perseguí una huella que daba a un río
otra que daba a un puente
y otra que desaparecía como si el camino
hubiera convencido ortogonalmente al caminante de turno.

Ayer, vida, ayer viento, frío, codo en la costilla
nubes acalarodas, la misma esquina vehemente
la misma gravedad que hunde mi cabeza
el mismo viento que me trae al oído
aquel gerundio que te gustaba
mientras aparecías a mi lado, pero no tanto, porque te acomodabas
y yo sonreía de una manera exageradamente feliz
aún sin felicidad
digamos
un poco más predispuesto a intentarlo todo 
por un centímetro cúbico de una sonrisa que te guardabas.

Ayer caminé para intentar caminar contigo. 

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