3:30 pm, salgo de casa sin rumbo fijo. Subo a un taxi. "A dónde va". No sé, a donde sea. "¿Al centro puede ser?". Tal vez. "Vamos al centro entonces".
-Señor, ¿alguna vez se ha sentido vacío?
-¿A qué se refiere?
-Vacío, sin ganas, sin... rumbo. No se ha levantado alguna vez de la cama y se ha preguntado ¿qué hace en este mundo y si vale la pena todo lo que hace?
-Bueno, sí. A veces me he sentido así.
-Así me siento ahora.
-Bueno, mientras me pague el pasaje, vamos a cualquier rumbo infijo entonces.
Los edificios del centro se acercan a medida que avanzamos. El cambio del paisaje se nota. Las casas son más viejas, el olor es otro y el tráfico nos hace avanzar de a pocos.
-Yo también quería preguntarle algo.
-Dígame.
-¿Cómo hace uno para librarse de un cadáver en la maletera?
-...
-De un muerto. Bueno, verá, tengo un cadáver desde anoche en mi maletera y no sé cómo deshacerme de él.
-Mmmmm
-Espero no haberlo desconcertado.
-No, solo estoy pensando.
-Ya he intenté arrojarlo al río, pero el acceso a la orilla está cerrado, lo que me obligaría a cargarlo por más de 50 metros, lo que no sería bueno para mi columna, es que por estar sentado he adquirido diversos dolores.
-Sé cómo es eso. Yo trabajo en una oficina, 8 horas sentado.
El semáforo cambia a verde. El auto blanco sigue, el taxista insiste:
-Bueno, es que no quiero llegar a casa con un cadáver, y si lo tengo por unas horas más se notará el olor.
-¿Y si lo deja en la carreta? En la Panamericana Norte hay sitios desolados.
-Puede ser… pero siempre pasa un carro y de repente se convierte en testigo clave y esas cosas. Ya sabe usted cómo es la prensa.
-Tiene razón.
-Pero… aunque, por ahí conozco un descampado. Una vez llevé a un cliente por ahí. Espero que no hayan invadido los terrenos.
-Qué bueno, me alegro por usted.
-Sí pues, gracias. Es que con todo esto de la proliferación, la centralización de Lima y el auge de las construcciones, ya uno no puede estar solo para deshacerse de su cadáver.
5:30 pm., las luces de los postes empiezan a encenderse por el nublado cielo limeño. Diríamos que hay mal tiempo y que hasta se avecina una garúa. El chofer es corpulento, de tex blanca y un cabello que de seguro no se corta hace un mes. Tiene un anillo dorado. Se da cuenta de que mis ojos apuntan hacia aquel adorno en sus dedos.
-Este anillo es del finado.
-Y por qué lo mató, si es que no es mucha indiscreción.
-Ah, no. Cómo se le ocurre. Bueno, era un cliente borracho que se quedó dormido y cuando me di cuenta estaba muerto.
-¿Y por qué lleva restos de sangre en el asiento?
-Bueno señor, debe ser de otro cliente, porque que yo sepa, este está limpio.
-…
-Bueno, usted dirá… estamos en el centro.
Cruce de Colmena con Tacna, hay movimiento normal. Saco un billete del bolsillo.
-¿Entonces hasta aquí no más?
-Sí, que le vaya bien con su muertito.
-Ok, me salvó de una. De aquí hasta el descampado son 40 minutos. Para entonces ya estará oscuro.
-Qué bueno, buen viaje.
-Gracias.
-Gracias también.
La ciudad de Lima fue fundada por Francisco Pizarro. Su cercanía al puerto, la superficie plana y la buena tierra para el cultivo fueron indicios que hicieron detener la marcha española al momento de fundar una capital de la conquista. Llego a la Plaza San Martín, ahí sigue él con su caballo, ahí todos los transeúntes de mirada perdida. ¡Cuántos cadáveres para echar por la carretera!